29 diciembre, 2006

Sino también las ventanas y las vidas

Toda la noche soñé con puertas que no podían abrirse; eran sueños intermitentes, incómodos, difíciles. Me despertaba cada vez que no podía abrir una puerta.
Pero más allá de lo desagradable, mis pesadillas no me parecían extrañas ni fuera de lugar: esa noche, antes de acostarme, descubrí que a una puerta de mi casa, ésa que da al patio, se le había roto la cerradura. Debía llamar a un cerrajero a primera hora de la mañana.

Mi terror (irracional, tonto, exagerado) era no encontrar ningún cerrajero. Que todos estuvieran de vacaciones. O de huelga. O muy ocupados. Dormí mal y soñé con puertas que no podían abrirse.

A la mañana, mi perro me esperaba como todos los días sentado frente a la puerta cerrada, con el hocico pegado al vidrio, confiando en la rutina: yo debía acercarme, abrirle, acariciarlo y preparar el mate con café y edulcorante. Al ver que yo salteaba todas esas actividades relacionadas con él y directamente ponía la pava para el mate, me miró con ojos de veneno almibarado que me decían
- Generalmente, a esta altura yo ya estoy adentro. ¿Por qué no me abriste? ¿Tan mal me porto? Me voy a quedar sentadito acá, tranquilo, para que veas que soy bueno.
Hubiera preferido que taladre mi humor borrascoso de persona recién levantada con sus ladridos de perro insolente.

El cerrajero vino apenas lo convoqué. Ese miedo estaba resuelto. El terror nuevo era que me dijera que no, que la cerradura no puede arreglarse, que va a tener que sacar la puerta, señorita.
A los siete minutos la puerta estaba sana, como para ser abierta y cerrada según mi antojo.

La noche siguiente tuve varias pesadillas, pero en ninguna aparecían puertas que no se pudieran abrir, ni de las reales ni de las alegóricas.

27 diciembre, 2006

A lot of (aceros exactos)

Hace unos años me dieron ganas de leer Rebelión en la granja, librazo de George Orwell. Le pedí a una persona que ya lo había leído que me contara de qué se trataba. Me dijo
- Es de unos animales que se rebelan...
Con esa idea empecé a leer Rebelión en la granja y, al terminarlo, pensé
- "De unos animales que se rebelan"... no entendió nada...

Ahora estoy leyendo, por segunda vez, El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. Si alguien me preguntara de qué se trata, yo le respondería
- Es de un hombre que se enamora de una mujer, pero ella se casa con otro. El tipo la sigue amando durante sesenta años y cuando el marido muere, él vuelve a declararle su amor.
Y me doy cuenta, para mi horror, que este libro que considero exquisito tiene una trama digna de una de esas novelas pésimas que compra Telefé para llenar el horario cruel de las tres de la tarde.
Sin embargo, también noto que el libro del colombiano no tiene ni el más remoto parecido con esos culebrones antiguos. ¿Entonces? ¿Qué los diferencia? ¿Qué hace que la vida de Florentino Ariza no tenga nada que ver con los personajes de cartón del infernal y paradisíaco Mario Cimarro, si la historia encajaría perfectamente?
Acá, en este punto, me acuerdo de algo que dijo (me dijeron) Octavio Paz:

"... un lenguaje que corte el resuello. Rasante, tajante, cortante. Un ejército de sables. Un lenguaje de aceros exactos, de relámpagos afilados, de esdrújulos y agudos, incansables, relucientes, metódicas navajas. Un lenguaje guillotina..."

Y deduzco que aquéllo que marca la diferencia entre la obra genial de Gárcía Márquez y los diálogos irreales de esas novelas caducas es el lenguaje de aceros exactos del colombiano.
La síntesis que les hice de la trama es correcta, pero la magia del escritor hace que lo imprescindible de su libro sea incontable.
Todo lo que yo pueda narrarles no importa tanto.

26 diciembre, 2006

Algunos Refutadores de Leyendas nos miraban con envidia, silenciosamente

Me gusta la Nochebuena en el barrio. Me gusta desde un rato antes, tipo siete de la tarde. Me gusta ese espíritu resignado que reina y que a otros les parece deprimente.
Luego de las doce, la cosa es en la vereda. Esta vez, una llovizna débil amenazaba con enfurecerse y empeorar. Me gustó que a nadie pareciera importarle y que siguieran, imperturbables, cada uno en su escalón, asegurando la calle, conviviendo con los vecinos por un par de horas.

Me gusta la Navidad en el pasto de mi tío. En el pasto abajo de una sombrilla y con algo para tomar en la mano. Me gusta que estén todos los que quedamos.

Me gusta que Papá Noel me haya regalado un vestido que me queda como a María Grazia Cuccinotta en El cartero, un collar que le hace juego y un duende navideño que me sirve para enrostrarle su existencia a los incrédulos, entre otras cosas.

Me gusta que la Navidad me sirva de excusa.

Y si quieren leer de dónde saqué el título de este post, toquen acá.

23 diciembre, 2006

Dracofidio, el mito

En la antigüedad, el Dracofidio no sólo gozaba del privilegio de la existencia sino que además era considerado sagrado.
Los hombres lo elevaban a la categoría de semi-dios debido a su singular modo de trasladarse: mientras el resto de los seres caminaban, volaban o nadaban, el Dracofidio se deslizaba. Eso, decían los humanos, era una señal innegable de su semi-divinidad. Al margen de esta particularidad, el Dracofidio poseía dos lenguas de cincuenta centímetros cada una; una de ellas estaba hecha íntegramente de fuego y la otra, de hielo.

Lamentablemente, hay siglos de mitología perdida. Dicen las fuentes que el Dracofidio dejó de existir (cálculo aproximado) en el año tres mil antes de Cristo. La historia brumosa de su estirpe nos conduce a conjeturar que el último descendiente de nuestra antigua semi-deidad es el animal conocido con el nombre de Serpiente; irónicamente, la Serpiente carga con una mala fama que nada tiene que ver con el prestigio de su antepasado, mala fama que comenzó con ese asunto de la manzana.

Esta mitóloga se pregunta qué otros vástagos de qué otro dios estaremos repudiando sin saberlo y qué actual dios será, mañana o pasado, un vil animal condenado a arrastrarse sobre su vientre.

21 diciembre, 2006

El mundo resumido en una orquídea

Hace unos días me vino a la mente El ladrón de orquídeas.
En realidad, me vinieron a la mente dos escenas que se me tatuaron apenas la vi:

* El tipo colecciona orquídeas. Vive para eso. Cada vez que quiere conseguir una nueva orquídea, debe acercarse al pantano en donde la vio con un sigilo máximo. Debe eludir cocodrilos y demás animales peligrosos y, también, debe actuar a espaldas de la policía: adueñarse de orquídeas está prohibido y penado por la ley.
Alguien le pregunta qué es lo que lo seduce tanto de esas flores para llegar al punto de arriesgar su libertad a fin de conseguirlas. Él contestó que como el mundo es inabarcable, los humanos crean pasiones de vida o muerte, pasiones que lo son todo; entonces El Mundo pasa a ser el objeto de su pasión, y lo demás no existe. Los humanos crean pasiones porque ésa es la única forma de dominar el mundo.

* Hay dos hermanos gemelos. Uno es un tipo exitoso al que le va bien en todo. El otro es todo lo contrario: depresivo, inseguro, fracasado.
La escena de la que les quiero hablar los muestra en una situación límite: pueden morir. Al notar esto, el gemelo-fracasado le cuenta a su hermano algo que lo estuvo atormentando durante años:
- Cuando estábamos en el colegio, vos estabas enamorado de Mengana. Todo el tiempo le decías que la amabas y no sólo se lo decías a ella sino que se lo decías a quien quisiera escucharlo. Pero yo una vez la escuché hablar de vos... ella no sabía que yo la escuchaba... y se burlaba de vos. Se reía de tu amor...
El gemelo-exitoso miró a su hermano con una mezcla de ternura y asombro, y le contestó
- ¡Siempre lo supe! Siempre supe que ella se reía de mí y que me usaba. Pero ¿a mí qué me importaba? Yo no era eso. Eso, esa burla, ese desprecio... eso era ella. Yo era mi amor, y mi amor me hacía grande...

Y recordé estas escenas porque cada vez estoy más convencida que de eso se trata casi todo.

17 diciembre, 2006

Además, pisé mal y tengo la pierna derecha un poco inflamada

Se que más adelante, dentro de unos días, voy a poder separar lo hermoso que fue Sabina en Boca de lo mal que la pasé durante las seis horas que le siguieron a esa hermosura.

Mojarme con la lluvia no me parece trágico. Incluso el hecho de no tener seco un sólo centímetro de piel es algo solucionable. Chapotear adentro de mis zapatillas también.
Pero todo esto se complica cuando estás relativamente lejos de casa, cuando el viento hace que la lluvia sea una maldición omnipresente, cuando los taxis pasan a tu lado sin la libertad en rojo, cuando los colectivos no paran, cuando te cierran sin piedad el bar de la esquina y cuando Relativamente Lejos se inunda hasta tus tobillos.

Pero otro bar de otra esquina eligió, para mi beneficio, ser solidario y posponer un rato su horario de cierre. El café estaba caliente como un milagro de perfil bajo, y el mozo, presuroso (yo quiero un abuelo así), me trajo una servilleta y me dijo con su acento peruano
- Séquese el cabello, si quiere

Vi un ciento cincuenta y dos que, me acordé, va a Plaza Italia. Y en Plaza Italia se puede esperar durante media hora el ciento sesenta que finalmente llega.
Podría ser peor.

Me metí en la cama a las seis y media y, al instante, la lluvia volvió a ser agua que cae del cielo.

15 diciembre, 2006

Yo soy mis ideas y quien me las robe habrá de llevarme también consigo, dijo Dolina

Humano Magnético Amarillo me conoce y sabe que ciertos platos prefiero comerlos en crudo. Tal vez fue por eso que, sin condimento alguno, me puso sobre la mesa:
- Fulana agarra textos tuyos y dice que son de ella.
Luego se quedó vigilante pero discreto, porque sabe que yo se que, de necesitarlo, Humano me ayudaría a no atragantarme con el banquete.

Tenés que sentirte halagada, me dijeron varios. Si te plagió es porque te admira. Porque sos buena escritora. Pero yo no creo que el cálculo funcione así. Digo, si decimos que

Fulana me plagió = Yo soy buena escritora

también podríamos decir que

Fulana no plagió a Víctor Hugo = Víctor Hugo no era buen escritor

y, vamos, la matemática será muy exacta pero esto no es matemática.
Como supuse que tal vez todo el asunto fue un simple olvido a la hora de citar fuentes, le conté a Fulana que mis escritos están registrados a mi nombre, y Fulana tuvo la amabilidad de retirarlos de su blog.

Así fue como Fachada (orden de muerte) , Sombras chinescas y Ariel, mi memoria y los rituales volvieron a pertenecerme como debe ser: verdadera y aparentemente.

14 diciembre, 2006

Mi soledad ha aprendido a ostentarte, dice Benedetti

Andrea me obligó a mirar uno de esos programas de tv que tratan de gente haciendo papelones.
Es como Yo me quiero casar ¿y usted? pero sin pudor. Es decir, Roberto Galán se acercaba a un participante y le preguntaba
- ¿Es cierto que usted colecciona muñecas de lana? ¿Y que ya tiene 946?
- ¡Sí, Roberto! Las muñecas de lana son mi pasión...
Y esa era la intimidad más osada que el participante hacía pública. Al televidente podía gustarle o no, pero nunca sentía vergüenza ajena.

En el programa actual, que se llama Para siempre ni solos ni solas (no se quién lo redactó y no quiero averiguarlo) participan cerca de diez hombres y diez mujeres. Cada uno tiene que votar a tres, los martes (pero no se llama voto sino caricia) y a uno los viernes, si entendí bien la explicación de Andrea. No se muy bien para qué. El tema es que cada participante dice cosas como
- Yo acaricio en primer lugar a Luis porque ayer tuve una charla con él; a Oscar lo acaricio en segundo lugar porque la semana pasada lo acaricié en primer lugar pero él acarició a Marta y eso me decepcionó. Y acaricio en tercer lugar a José porque es mi amigo.
Luego se cuentan las caricias y el que tiene menos, pierde. O queda en una lista negra. O algo así.
Después muestran videos de conversaciones privadas entre los participantes.
Lo que no me queda claro es en qué momento se forma una pareja.

Y mucho menos entiendo cómo hay gente que opta por exponer su soledad de un modo tan triste, cómico e irreversible.

11 diciembre, 2006

¡Es el continuóse del empezóse, así que no abusen de nuestra paciencia!

El primero de la fila era un chico de unos veinte años. Atrás suyo, dos mujeres de sesenta y cinco o setenta, más o menos. Y luego venía yo.
El colectivo llegó y el chico subió. Al ver esto, una de las mujeres comentó con la otra
- Qué barbaridad, qué mala educación, cuando yo era joven no tratábamos así a los mayores...
Y la otra le dio la razón.
El chico se dio vuelta, sin entender qué había pasado, qué había hecho para indignar así a las señoras (era evidente que estaban hablando de él). Las miró como para comprender, y la mujer que habló primero le espetó, subiendo el tono de voz hasta convertirlo en un chirrido,
- Sos un maleducado, querido. Tendrías que haber dejado que pasáramos primero nosotras. Cuando yo tenía tu edad no éramos tan insolentes.
El chico se ruborizó y farfulló una disculpa.
Yo pensé que sí, que el chico podría haber dejado adelante a las señoras. Y también pensé que si no quería no tenía por qué hacerlo. El chico no le sacó el lugar a nadie...

Hay un chiste de Mafalda.
Mafalda va caminando por la calle al lado de un viejo. Se cruzan con un hippie. El viejo se detiene, lo mira indignado y dice
- ¡Esto es el acabóse!
Y Mafalda le contesta
- No; es el continuóse del empezóse de ustedes.


Me tiene un poquito harta la insolencia de algunas personas mayores.

09 diciembre, 2006

El lado oscuro de la luna

No es que me queje; nos convertimos en lobos y eso tiene sus beneficios.
Pero al margen de la metamorfosis, la luna llena no me cae muy simpática. Es implacable con los que estamos por debajo de ella.
El aire, por ejemplo, queda como erizado. Todos discutimos más, aún sabiendo que no es para tanto. Nos ponemos más sensibleros, aún sabiendo que cuando la reina cambie y disminuya nos arrepentiremos de nuestras cursilerías.

Es en estos días, siempre una semana cada mes, cuando me siento afortunada de ser mujer/lobizona y no marea.
Así, al menos, puedo aullar.

Y ahora, un poema que no tiene nada que ver pero que me encanta y que me recuerda a El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela.
Se llama Ultimátum, y lo escribió Almudena Guzmán:

¡Oh Juan!, ¿por qué sueñas siempre rosas?
Ya no nos caben en la habitación,
esto no puede seguir así:
Cada día te levantas con las sábanas llenas de rosas
y si por casualidad hacemos el amor
no se conforman con quedarse quietas de mañana, no:
danzan las gamberras al son de los exquisitos minués que trazan
tus dedos al vestirme.

Por eso me niego a que me pongas la camisa,
a que me anudes el pañuelo…,
dime, ¿qué vas a hacer con esa encina desdentada y la camelia negra
que se vieron contigo cuando terminastes de dar un paseo por el
campo?

Ayer nos sorprendió un aguacero precioso
y como yo no llevaba gorro y sí el pelo recién lavado,
convertistes la gotas en diminutos paraguas de nácar,
yo te agradezco la gentileza de tu magia
pero el campo necesita agua
y lo dejastes blanco, tan blanco,
que parecía leche cuajada.
Menos mal que luego caíste en la cuenta del error
y los paraguas volaron para dejar paso
a tres mil nubes que se posaron dulcemente
en los prados, en los cerros, en los sembrados
para dar alegría y pan al santo campesino
que se hizo arrugas de un metro de profundidad por re tanto.
En fin, Juan, haces lo que quieres con la naturaleza
y a mí me irrita el no poder enfadarme nunca contigo
a pesar de tener motivos grandes y justificados.

Desde ahora te anuncio mi ultimátum:
una de dos, o renuncias a tu poder modificante
de niños que cambian pañales por barco,
de aceituna que, porque le da la gana, se transforma en ciruela los
domingos,
o nos mudamos a otra buhardilla
que tenga el suficiente espacio para meter allí todos los trastos…
¡Porque mira que eres pesado!
Porque mira que te quiero tanto, alquimista barato.

07 diciembre, 2006

¿De qué color era el caballo blanco de San Martín?... ¡Rock!

Me contó Carla que fue a un recital rockero en La Plata. Fue y vino en una combi junto a otros fanáticos. Era una noche lluviosa, de lluvia ideal para estar en cualquier lado que no sea la ruta oscura y empapada, más teniendo en cuenta que el conductor del vehículo pretendía dejar a los viajantes en El Palomar en lugar de dejarlos en Congreso, como habían acordado. Carla se puso a hablar con sus compañeros de viaje; cuando comenzó a comentar lo mal organizado que estaba todo, una fanática con ganas de ser groupie le contestó
- No importa... ¡la respuesta es rock!

Hoy estuve hojeando una revista de rock muy famosa. La más famosa, tal vez, al menos en Argentina. Aparte de entrevistas y crónicas, pude ver notas estilo "cómo se viste un verdadero rocker" y "cómo se maneja una groupie".
No me pareció taaaaan distinta a la Para Teens.

Luego de La Renga y Los Piojos, ¿qué banda de rock de Argentina logró conquistar la masividad de los estadios? Me refiero a bandas que hayan durado más de una temporada, y cuya popularidad sea comparable a la de las bandas nombradas (que existan rockeros ignotos y a la vez excelentes, ni siquiera lo pongo en duda; no es eso lo que cuestiono).
Me tocó ver y oir a varias bandas barriales y adolescentes. Y la mayoría coincide en que su cantante canta mal. No hablo de voces no muy armónicas. Hablo de cantar mal. Como si no importara. Como, incluso, que cuanto más mal canta el cantante, más espíritu rockero tiene, porque nada le importa. O el guitarrista toca mientras bebe whisky. O la batería suena a cacerolazo pero el baterista está peinado igualito a Jagger.

Dolina escribió esto:

Todos sabemos que Benjamín Franklin, cuando niño, estudiaba de noche a la luz de una vela. Lo que no significa que cualquier pibe que repita esta operación vaya a inventar el pararrayos... Y así muchos alumnos repetían las pequeñas manías de los grandes creadores, creyendo que con eso bastaba. Todavía hoy puede observarse que cualquier sordo se cree Beethoven y que los mansfloras sienten que han escrito "El Retrato de Dorian Gray".

Por fortuna, conservo la guitarra de Giardino bajo la manga.

05 diciembre, 2006

Amargo desencuentro porque ves que es al revés

De camino hacia el registro de propiedad intelectual me agarró hambre, así que me metí en uno de esos bares de madera y ladrillo, como me gustan a mí. Mientras me tomaba mi café con leche vi pasar por la ventana a dos chicas, una de las cuales tenía puesta una remera de Ricky Martin; ahí recordé que el siempre hermoso y siempre agradable portorriqueño se halla en Buenos Aires, y que las últimas veces que lo escuché hablar lo noté menos acelerado, y me acordé:

Hace unos pocos años, cuando nadaba en el medio del riacho de la mucha fama muy internacional, cuando ascendía y ascendía y ascendía en los top ten mundiales, cuando nadie lo creía posible, Ricky Martin (se) dijo no quiero más esto por ahora, hay algo que no me está sirviendo y desapareció del mundo. Y reapareció ahora, menos acelerado y más portorriqueño, más como al principio.
Yo me pregunto cómo será eso de no tener nada más por desear (economicamente hablando). Es decir, no quiero dormirme en el lugar común que señala que el dinero no hace la felicidad, porque alguien diría que Ricky Martin o quien sea es (o era) infeliz porque tiene dinero y entonces podríamos pensar tranquilamente que el mendigo que hoy me crucé por la calle y que me pidió una moneda por el amor de dios es el tipo más feliz del mundo y, dejémonos de joder, la vida no es una regla de tres simple.
Lo que quiero decir es: ¿qué revoluciones internas le nacen a una persona cuando ya llegó al lugar que creía que quería estar? ¿qué ideas se replantea para luego llegar a la conclusión, tal vez, de que las cosas eran al revés?

Después de este prólogo, vayamos a lo que importa: Desencuentro, tango enorme de Cátulo Castillo:

Estás desorientado y no sabés
qué "trole" hay que tomar para seguir.
Y en este desencuentro con la fe
querés cruzar el mar y no podés.
La araña que salvaste te picó
-¡qué vas a hacer!-
y el hombre que ayudaste te hizo mal
-¡dale nomás!-
Y todo el carnaval
gritando pisoteó
la mano fraternal
que Dios te dio.

¡Qué desencuentro!
¡Si hasta Dios está lejano!
Sangrás por dentro,
todo es cuento, todo es vil.

En el corso a contramano
un grupí trampeó a Jesús...
No te fíes ni de tu hermano,
se te cuelgan de la cruz...

Quisiste con ternura, y el amor
te devoró de atrás hasta el riñón.
Se rieron de tu abrazo y ahí nomás
te hundieron con rencor todo el arpón

Amargo desencuentro, porque ves
que es al revés...
Creiste en la honradez
y en la moral...
¡qué estupidez!

Por eso en tu total
fracaso de vivir,
ni el tiro del final
te va a salir.

04 diciembre, 2006

Baila baila como un terremoto

Mi disco de Creedence resquebrajaba la templada siesta dominical y tenía pensado seguir con Mr Mojo, La Mississippi y La Renga, pero Marisa cumplía años y el clima parecía una obra de arte, así que fuimos al velódromo.

La pasamos bien. Tomamos mate, comimos sánguches de miga, me senté arriba de un hormiguero, comimos budín, nos reimos de mucha gente pero sin maldad, comimos churros con dulce de leche, cantamos (bueno, canté) Violeta, de Alcides, comimos esos algodones de azúcar rosado (es muy frustrante comer eso, se deshace apenas lo probás, opinó Carla con sabiduría), pasé tres horas bajo el sol pero sigo tan blanca como una sensual cortesana de Luis XIV, y finalmente fruncí el ceño al ver un cartel que decía decile SI a la vida, decile no a la DROGA (cada vez que veo uno de esos carteles no puedo evitar pensar que esconden un mensaje subliminal no tan subliminal).

Y ahora, cantemos todos (ESTO es cumbia):

Mira cómo se menea,
Cómo le gusta vacilar
Suavecito como la marea
Su mirada te puede matar

Pero mira cómo va gozando
Cómo suena su cascabel
Su pasito te va envenenando
Y se pierde al amanecer

No la dejes ir, no la dejes ir
¿Por que? te lo digo yo
¿Quien es? Violeta
Y se va sin decir adiós

No la dejes ir, no la dejes ir
¿Por que? te lo digo yo
¿Quien es? Violeta
Que se lleva mi corazón

Baila baila como un terremoto
Su cintura me hace temblar
Tiene un feeling que me vuelve loco
Y no me puedo controlar

Mira cómo sube y baja
Como si se fuera a romper
Se me pone un frío en la espalda
Y no sé lo que voy a hacer

No la dejes ir, no la dejes ir
¿Por que? te lo digo yo
¿Quien es? Violeta
Y se va sin decir adiós

No la dejes ir, no la dejes ir
¿Por que? te lo digo yo
¿Quien es? Violeta
Y se lleva mi corazón.

02 diciembre, 2006

En el coro de Babel

Como el almacenero de la esquina nunca tiene cerveza negra, fui de los chinos.

Yo no se cómo hacen esas personas para sobrevivir en un pais de idioma opuesto, del que no cazan ni una.
Mi modesta ambición era saber dónde tenía que dejar la botella vacía.
- Disculpe. ¿Dónde dejo el envase? - le pregunté a un repositor chino, mostrándole la botella que tenía en mi mano.
El hombre se señaló la oreja y me dijo que no con la cabeza.
- El envase. La botella vacía. ¿Dónde tengo que dejarla? - esta vez hice la mímica de persona-que-deja-una-botella-en-un-estante.
El chino me miró unos segundos, dio media vuelta y gritó algo que a mi me sonó a
- ¡Iang gnO! Atuang nggu. ¡iyoonng auungui!
A continuación, un coterráneo del repositor salió de la parte trasera del mercado y empezó a caminar hacia mí. Un chino que habla castellano, pensé. Se paró al lado mío y me miró.
- ¿Dónde dejo el envase vacío? - ya mi voz sonaba a que mi reserva de paciencia se hallaba tan vacía como el envase ya nombrado.
El tipo agarró una Quilmes Stout del estante y la puso en mi canasto.
- Ya se que quiero comprar una cerveza; lo que le pregunto es dónde dejo ESTE envase vacío, que YO TRAJE para cambiarlo por ESTA botella llena.
El chino entendió. Me señaló la parte de la fiambrería. Le pregunté a la fiambrera (una china que hablaba algo de castellano) si dejaba el envase ahí. Me dijo que sí. Fui a la caja. Pagué mi cerveza negra. Me fui.

Y pensar que a veces me siento sapo de otro pozo, de uno muy lejano...