30 mayo, 2007

Vuelo 815 o Ninguna imagen reproduce la totalidad

(Advertencia de la autora: en este post se mencionan datos concretos de la segunda temporada de Lost; si usted es fanático enfermo de esa serie y va por la primer temporada, no debe leer este post. O léalo si así lo desea, pero en ese caso la autora de este blog no se hace responsable del rencor que pueda despertar. Apapacho.)

Un auto blanco se detuvo frente a la casa de mi vecino, el que dicen que vende droga. Del auto bajó un muchacho nervioso, con una gran mochila en su espalda. Tocó timbre en la vivienda del vendedor, le abrieron por el portero eléctrico y el muchacho entró, mirando a ambos lados de la calle con actitud alerta.
Yo paseaba con Pepo, presencié la escena y pensé que resultaba obvio que el muchacho del auto blanco quería comprar droga, o vender droga, y que en la mochila llevaba droga o dinero.
Pero como soy fanática enferma de Lost, luego pensé que lo obvio no siempre es exacto. O que no es como se planeó. O que hay cosas que no imaginamos.

Quienes miramos Lost, la primera vez que vemos a Eko creemos que es una especie de ídolo pagano de cabeza totémica y naturaleza criminal, que corre por la isla dispuesto a degollar al chino, al negro o al rubio sin un instante de duda. Esa primera vez pasa sin cabezas degolladas ni heridas mayores, y entonces miramos a Eko desde otro punto de vista: la segunda vez que lo vemos creemos que ese hombre de belleza intensa, casi dolorosa, es dueño de una misericordia infinita y una voluntad conciliadora, que no tiene maldad ni vanidad alguna.
Luego, Lost nos muestra una escena: la vereda de una parroquia en Nigeria. Un grupo de niños juega al fútbol. De golpe llegan varios hombres armados; le dan un revólver a un niño pequeño y le ordenan que mate a un viejo que anda por ahí. El niño duda. Se acerca un adolescente, se adueña del arma y le vuela la cabeza al viejo. Los hombres armados lo felicitan y se lo llevan. Años después, se ve que el adolescente se convierte en una especie de Don Corleone nigeriano y el niño pequeño (su hermanito) se hace sacerdote. Ese adolescente devenido en asesino era Eko, veinte años antes de naufragar en la isla de nuestra serie, cuando eligió ser matador y mafioso para evitarle a su hermano ese mismo destino. Quienes miramos Lost, nunca hubiéramos imaginado ese pasado.
Quienes miramos Lost, vemos cómo el curtido soldado iraní se enamora hasta los huesos de la blonda nena de papá, cómo el marido enfermo de celos le brinda amistad incondicional al hombre que vio y que miró a su esposa mientras se bañaba, cómo el médico con alma de sanador incuestionable se pone al mando de un comando guerrillero para así matar o morir.

Un poema de Nápoli dice dime con quién andas y te diré quién eres; yo ando conmigo mismo, dime si soy lo que tú crees.
Puedo suponer que el muchacho del auto blanco fue a la casa de mi vecino a comprar droga a montones, pero la verdad primaria no está en mis suposiciones, ni siquiera en las que parecen obvias.
Yo misma no soy ésa que ves.
Aunque a veces te acercás bastante.

27 mayo, 2007

Expecto patronum

Pasé un día en la casa de mis tíos. Mientras mirábamos un dvd de Stevie Ray Vaughan comentábamos lo obscenamente costosa que es su discografía, y llegamos a la conclusión de que el hecho de que el guitarrista esté muerto tiene mucho que ver con el precio de su música: jamás volverá a tocar.
De regreso, cuando estaba en la estación esperando el tren, me sonó el celular. Era mi mamá, llamaba para decirme que había muerto el padre de mi tía, y quería saber si yo iba a ir al velatorio.

Es fácil sentirse desprotegido en un lugar así. Tanto dolor, tanto llanto, la impotencia de lo inabarcable. Me senté al lado de mi tío (hermano de mi mamá, yerno del hombre muerto) y le agarré el brazo. Me preguntó si yo me acordaba del día que murió su papá, hace veinte años. No, no me acordaba.
- Yo estaba en tu casa. Llamó mi mamá y me dijo que mi papá había muerto. Me senté a llorar en un escalón, y vos viniste y te sentaste al lado mío, y me diste palmadas en el brazo.
Me largué a llorar. Supongo que los velatorios son cuna de dementores.

En el tren había un tipo que vendía mp3 a cinco pesos cada uno.
Me bajé del tren con un cd que contiene la discografía completa de Stevie Ray Vaughan.

Para que exista vida más allá de la muerte.

22 mayo, 2007

Fachada (orden de muerte)

Mi obsesión de que cada cosa estuviera en su puesto no era el premio merecido de una mente en orden sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mí para ocultar el desorden de mi naturaleza. (Gabriel García Márquez).

Pases a la hora que pases el día que pases, el tipo está barnizando la ventana. O pintando la reja. O regando las flores. A ver si se entiende lo que digo: el tipo pinta la reja de su casa dos veces por semana como mínimo. Un día diluvió toda la mañana. Apenas paró un minuto, me apuré a ir al almacén. Pasé por esa casa y el tipo estaba en la puerta, con su manguera, limpiando la vereda. A ver si se entiende lo que quiero decir: el cielo era una gran nube que había suspendido un instante su lluvia sólo para tomar aliento y seguir empapándonos. Y el tipo estaba manguereando la vereda.
Tiene entre treinta y cuarenta años, cualquier número es posible dentro de esos límites. Me gustaría creer que tiene, aunque más no sea, alguna posibilidad de salvación. Pero acá es donde mi optimismo no hace pie, porque es acá donde tengo que hablar de la madre.
El tipo vive con la madre. Esto no dice nada por sí solo. El tema es que siempre imagino el siguiente diálogo entre ellos:
-Mamá, ¿puedo suicidarme?
-No. Barnizá.
Porque el tipo barniza, pinta y riega con actitud de en el fondo de la lata de barniz está la muerte.
Algún día voy a fingir vender sábanas, como Manuel Mandeb, y con esa excusa voy a entrar en la casa. Fantaseo:
la vieja me abre la puerta y me hace pasar al living deslizándome sobre esos patines de felpa que se usaban antes para proteger el piso de madera. Allí está el tipo, lustrando la colección de platos que su madre tiene en la pared. Por supuesto, no se escucha música ni hay rastros de nada que tenga un costado pasional (trato de imaginarme a la vieja teniendo sexo y no puedo; deduzco que al tipo lo trajo la cigüeña).
Llego a mi casa. El graffitti que alguien dejó alguna vez en mi pared sigue ahí, en su lugar. Lo primero que veo al entrar es mi montón de cds acomodados de tal manera que parecen ser la maqueta perfecta de una fábrica de plástico en ruinas. A la izquierda, diviso dos pilas de libros que chumban: atrevéte a rozarnos sin hacernos caer... dale, vení si sos guapa.... Suspiro de alivio al ver que mis imperfecciones gozan de buena salud, y pongo la pava.

El paraíso es menos concreto, tengo ganas de grafitearle a la vieja. Luego, cuando me pregunte, con su cara de coronel que no tiene quien le escriba, si yo se quién osó escribir eso, le contestaré: Sí, señora... fue Borges.

Tomo mate sola, en pijama, con mi perro durmiendo a un costado. Mi caos tampoco es un paraíso, pienso. No me pregunten por qué, pero esa certeza no me entristece.
Y no esperen remate, esta vez no. El caos es sólo el principio.


20 mayo, 2007

Sherlock

Para el Toro

En El signo de los cuatro, Sherlock Holmes le dice a Watson
- Una vez eliminado todo lo que es imposible, la verdad está en lo que queda, por improbable que parezca.

Tenía pensado analizar y deducir este concepto hasta sacar en limpio que todo se puede lograr, ya que lo imposible se elimina debido a su imposibilidad (disculpen la redundancia) y que lo que no es imposible sucederá tarde o temprano, y que ésa es una muy buena noticia.
Pensaba analizar y deducir eso, pero Sherlock Holmes lo hizo ya, así que simplemente voy a sentarme a pensar cuáles son las verdades que tengo y que existen aunque me parezcan improbables, aunque ahora no las vea ni las toque, pero que tarde o temprano sucederán.

Voy a sentarme un rato a contemplar el presente y el futuro.

14 mayo, 2007

Vindicación del egoísmo

Existe una doctrina que señala que el egoísmo es algo malo y que su opuesto, el altruismo, es algo bueno.
Según la Real Academia Española, el egoísmo es un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Si buscamos la definición de altruismo, encontraremos que es diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio.
La verdad es que todo esto me hace ruido, un ruido muy molesto.

Porque si según la RAE, cristianismo significa conjunto de los fieles cristianos y oscurantismo significa defensa de ideas o actitudes irracionales o retrógradas, no entiendo lo del amor excesivo por uno mismo. Quiero decir, el cristianismo no es un excesivo conjunto de fieles, y el oscurantismo no es una excesiva defensa de ideas irracionales.
Coincidimos en que la terminación -ismo indica preferencia o prioridad. El cristianismo, entonces, es preferencia por Cristo ante los demás, pongamoslé, dioses. En este orden de cosas, el egoísmo vendría a ser preferencia por uno mismo ante los demás humanos.
Cuando alguien no comparte algo o no ayuda a otra persona, se dice que ese alguien es egoísta. Pero quien no comparte es mezquino, y quien no ayuda es insolidario. El egoísta se prefiere a sí mismo. Punto.

Volvamos a los altruistas, personas que buscan el bien ajeno aún a costa del propio. Recuerdo a la Madre Teresa de Calcuta, una mujer extraordinaria que cargaba leprosos sobre sus propios hombros. Ella era un ejemplo de altruismo.
Pero si alguien le hubiese preguntado si ella era feliz (o sentía paz, o se sentía buena persona, o sentía que lo que ella hacía era una gota en el océano, pero que al océano le faltaría una gota si ella no hiciera lo que hacía) ella hubiera respondido que sí. Y me atrevo a afirmar esto porque no puedo creer que alguien insista en cargar leprosos si ese hecho le produce mal humor o sensación de vacío. La Madre Teresa debía pensar que sus acciones formaban parte de su misión en la Tierra.
De SU misión. Entonces, el fabuloso altruismo de esa mujer tenía su raíz en su propio egoísmo. En su amor a sí misma. Un amor que era tan grande que la desbordaba y que le alcanzaba para compartirlo con los leprosos y demás necesitados.
Porque sólo a partir del egoísmo se puede ser solidario y amable y manantialmente amoroso. El altruismo no es más que la cara políticamente correcta del amor a sí mismo.

Salvando las kilométricas distancias (yo jamás cargaría un leproso) voy a ser egoísta y voy a elegir el mejor sillón frente a la chimenea.
Y voy a dejarte un lugar al lado mío, porque mi amor me desborda tanto que puede que llegue hasta vos.

10 mayo, 2007

El placer que se posa un instante

Cuando yo era una niña, mi papá me llevaba al museo de Bellas Artes con, supongo, la ilusión de verme convertida, en el futuro, en una erudita del arte plástico. Bien, eso no sucedió.
De esas visitas recuerdo que, frente a ciertos cuadros, pensaba que quien elegía esas obras debía tener un gusto muy extraño; me viene a la mente un barco dibujado a crayón, con un trazo de nene de cinco años. Otro cuadro consistía en un lienzo blanco, sin imagen, con un tajo en el medio.
Yo no se qué cosa es el arte, pero creo saber cómo funciona.

Algunas personas consideran que toda manifestación del alma, para que pueda ser catalogada como Arte, debe llegar a un público masivo; de otro modo, dicha manifestación no es artística. Es probable que estas personas opinen que El código Da Vinci es igual a La sombra del viento.
En sentido contrario, otras personas consideran que para que la manifestación merezca el nombre de Arte, la misma (o, mejor aún, su autor) debe ser ignorada y/o rechazada; si la manifestación es premiada y reconocida, no es artística. Es probable que estas personas opinen que La sombra del viento es igual a El código Da Vinci.

Mi método para reconocer el Arte debe ser tan erróneo o tal vez tan certero como los ejemplos anteriores. Mi método es me gusta o no me gusta.
Me gusta la música de Piazzola, los cuentos de Borges, los ángeles de Bouguereau, el fuego de Joaquín Cortéz, los viejos tangos interpretados por Javier Calamaro, la fotografía en blanco y negro, los poemas de Cortázar, el cine de Almodóvar, las actuaciones de Johnny Depp y de Julieta Díaz, la guitarra de Walter Giardino, la narrativa de La sombra del viento.
Todo eso, entonces, es Arte.
Pero Borges no es Arte porque domina la metáfora, la hipálage, el sinónimo. Es decir, hace todo eso, y ¡cómo lo hace! Pero no es Arte por eso. Es Arte porque se me mete muy adentro y provoca un caos.
Claro que puedo dudar. Puedo recordar que no soy una erudita en, por ejemplo, plástica. La verdad es que no soy erudita en nada. Puede ser que los ángeles de Bouguereau sean pésimos, y que yo esté creyendo que un dibujo mediocre es Arte. Para sacarme de esa duda es que existen los expertos.
Pero los expertos colgaron un lienzo tajeado en una pared de un museo.
Que los expertos disculpen mi insolencia: confío más en mi caos interno que en sus ojos experimentados.

El Arte, sea lo que sea, funciona por el más primitivo egoísmo.

El artista, de Oscar Wilde:

Una tarde le vino al alma el deseo de dar forma a una imagen del Placer que se posa un instante. Y se fue por el mundo a buscar bronce, pues sólo en bronce podía concebir su obra. Pero había desaparecido el bronce del mundo entero; en parte alguna del mundo entero podía encontrarse bronce, salvo el bronce solo de la imagen del Dolor que dura para siempre. Era él quien había forjado esta imagen con sus propias manos, y la había puesto sobre la tumba de lo único que había amado en la vida. Sobre la tumba de lo que más había amado en la vida y había muerto había puesto esta imagen hechura suya, como prenda y señal del amor humano que no muere nunca, y como símbolo del dolor humano que dura para siempre. Y en el mundo entero no había más bronce que el bronce de esta imagen. Y tomó la imagen que había formado y la puso en un gran horno y se la entregó al fuego. Y con el bronce de la imagen del Dolor que dura para siempre esculpió una imagen del Placer que se posa un instante.

07 mayo, 2007

Bálsamo con olor a café

Hoy el otoño empezó a mostrarse cruel, con crueldad de invierno.
Me vestí como para defenderme de algo; campera con corderito, bufanda de lana poderosa y un par de medias de viejo, grises y hasta la rodilla, que suelen ser objeto de críticas por parte de mi mamá. El truco funcionó, el frío quedó afuera. Hay, sin embargo, algo que nunca voy a poder excluir en días como hoy: el olor del aire helado.
Supongo que Jean Baptiste Grenouille sentiría que el aire matinal del invierno huele a cielo quemado. Y que ese olor duele.

Mientras pensaba en esto, notaba que otra vez iba a llegar temprano al trabajo. Padezco de una tendencia a la impuntualidad inversa que me hace parecer ansiosa y apurada. Decidí hacer tiempo en el bar de la zona, un bar esquinero y luminoso en el que apenas entré me sentí lugareña y no forastera. Abrí la puerta y olí café. Café esponjoso y vaporoso, dulzón y sanador. El sol tenía una guarida en todas las ventanas. Una mujer que tomaba café con leche sonrió al verme entrar con cara de confort increíble. Un hombre maravillosamente parecido a Ismael Serrano dejaba enfriar su taza mientras leía el diario con rigurosidad de ajedrecista. Todos parecían disfrutar de un momento de calma y soledad.
Me senté en una mesa junto a una ventana soleada y pedí un cortado.

Afuera quedó el frío.

03 mayo, 2007

Ama y ensancha el alma

Primero fue Penny. Era una perra negra y lanuda que ya era parte de mi familia cuando yo nací. Tenía para con nosotros una fidelidad adorable y amorosa.
Un fin de año, unos fuegos artificiales la asustaron y huyó. Nunca más supimos de ella.

Luego vino Indiana. No la recuerdo bien, creo que era una perra callejera de color marrón. Vivió con nosotros poco tiempo.
Si mi memoria no se equivoca, la atropelló un colectivo.

Inmediatamente después adoptamos a Tasha. Era una siberiana blanca y gris con porte de reina.
Murió de vieja y con una sordera casi total hace un par de meses.

Ahora tenemos a Pepo. Es un labrador bellísimo de un año y tres meses. Es, también, inteligente hasta el asombro y dueño de una rebeldía que supera ampliamente el límite de lo tolerable.
Hace unos días le agarró una especie de pulmonía que lo tuvo tosiendo lastimosamente. Antibióticos y tres visitas al veterinario. Ya está bien, ahora mismo lo escucho ladrar con ese ladrido tan insolente y tan suyo.

Entiendo que el ser humano ama a otros seres humanos sin poder evitarlo. La propia especie tiende a amarse como modo de supervivencia y para lograr que el mundo sea habitable. Cuando nos enamoramos y sufrimos por un amor no correspondido, una parte nuestra sabe que uno de los riesgos del amor es que no nos amen. Cuando amamos a familiares ancianos, los amamos sabiendo que corremos el riesgo de verlos morir. Y lo hacemos porque así somos.
Y así desde siempre, supongo.
Pero el amor a los perros (digo perros porque en mi caso son perros, vale también para gatos, pájaros, cobayos, tortugas y demás) no es inevitable, no es condicional a nuestra especie. Sabemos que el perro que nos mira desde la vidriera de la veterinaria va a morir, con suerte, en quince escasos años y de todos modos entramos y decimos me llevo ése y nos enamoramos sin dudar. Y lo hacemos cuando podríamos vivir sin hacerlo. Y se muere, y adoptamos otro.
Y así hasta siempre, supongo.

Y que no venga algún deslunado con ínfulas de heavy a decirme que el amor no existe, porque ya demostramos que amamos siempre, amamos aunque duela, amamos después de llorar, amamos como si eso explicara todo.
Y lo hacemos porque el amor salva, y salva aunque el tiempo, los incrédulos y la muerte digan lo contrario.