Un mundo de fábula
Le habían dicho que tras el espejo se escondía un mundo de fábula. Ninfas, magos, fuentes de la fortuna eterna, paraísos a montones, cautivadoras doncellas que homenajeaban a los forasteros con jarras de vino y fruta fresca. Harto de su vida lúgubre, de su vida de oficina y relojes crueles, tomó envión y atravesó el espejo del dormitorio. Del otro lado lo esperaba un hombre que leía el diario sentado en una butaca, en una habitación sin ventanas.
-¿Ya dejaste de odiar a todas esas personas que no podés ser? –le preguntó el hombre. Él negó en silencio y volvió a su mundo cotidiano, cabizbajo y convencido de que en el espejo, de uno u otro lado, nunca encontraremos nada que no llevemos puesto.
-¿Ya dejaste de odiar a todas esas personas que no podés ser? –le preguntó el hombre. Él negó en silencio y volvió a su mundo cotidiano, cabizbajo y convencido de que en el espejo, de uno u otro lado, nunca encontraremos nada que no llevemos puesto.