El erróneo incidente del perro a medianoche
Don Cosme mira por la ventana y espera. O espera y mira por la ventana. Afuera llueve; adentro, también. Es metáfora y no: hay una gotera en algún punto de la habitación de Don Cosme. Hay goteras en todo el asilo.
Don Cosme se pregunta cuándo irá Javier a visitarlo. Los días pasan iguales, siempre. Afuera llueve o hay sol, pero Don Cosme sigue adentro, porque una tarde Javier decidió que ahí, en el asilo, estaría mejor. Don Cosme no tiene ninguna enfermedad que requiera una continuidad de cuidados profesionales; si fuera eso, él lo entendería. Pero Don Cosme sólo tiene vejez, y entonces no sabe por qué su hijo lo puso en ese lugar en vez de dejarlo en la habitación de su casa, donde trataba de no molestar.
Hubo un incidente que podría explicar el presente de Don Cosme, pero eso ocurrió hace muchísimos años, cuando Javier era un nene. Don Cosme ni lo recuerda; es probable que tampoco lo recuerde Javier. Resulta que Javier quería un perro, y Don Cosme se lo compró. Durante un tiempo, todo fue bien. Pero el perro dejó de ser cachorro y dejó de ser gracioso, y empezó a ladrar y a hacer pis y caca en lugares donde no debía. Y entonces Don Cosme dijo que el perro se tenía que ir.
Buscarle un nuevo hogar llevaría mucho tiempo, y Don Cosme no tenía ganas de necesitar tiempo. Después de todo, pensó, es sólo un perro. Esa noche, bien tarde, para que los vecinos no lo vieran (siempre hay algún chiflado que respeta a los perros tanto como a los humanos), subió al perro al auto (Javier quiso ir con él), anduvo cuatro o cinco kilómetros hasta llegar a una plaza, se bajó del auto, ató al perro a un árbol, se subió al auto y regresó a casa. Empezaba a llover. Y Javier sintió (aunque claro, no pudo explicarlo así), que en todo ese ritual había algo de traición. Es decir: al perro le había enseñado que ésta es tu casa, ésta es tu cucha, éste es tu plato de comida, y de golpe, una medianoche, lo dejan atado a un árbol de una plaza y se van. Y el perro ladraba, como es lógico. Y cada vez quedaba más lejano, porque el auto avanzaba y el perro seguía atado, y Javier supo que su padre lo había atado porque, de haberlo abandonado suelto, el perro habría perseguido el auto hasta llegar a casa, porque le habían enseñado que ésta es tu casa, ésta es tu cucha, éste es tu plato de comida. Y uno, sea hombre o perro, es lo que aprende y hace lo que le enseñan. Y esa noche, Don Cosme le enseñó a Javier que abandonar a alguien cuando ese alguien, sea hombre o perro, resulta molesto, es algo que puede hacerse.
-¿Y por qué cuando las personas son viejas se las echa de la casa?
Javier miró a su hijo, y pensó. Y se acordó de algo que creía haber olvidado.
-Ponete la campera. Vamos a buscar al abuelo.