07 marzo, 2010

La vida roja

Luego de tres años y medio, voy a dejar de publicar en este blog, en El arcángel mirón. Me resulta extraño, pero también me resulta necesario (no me pregunten por qué; ni yo lo sé).

Desde ahora me podrán encontrar en La vida roja.

Es, en definitiva, cambiar algo para que nada cambie. Los espero en mi nueva casa virtual.

06 marzo, 2010

Cuentos alígeros

Esta semana me avisaron que mi cuento El pozo de la fortuna quedó seleccionado para integrar la antología de microficciones Cuentos alígeros, de Editorial Hipálage, en España.
Dicha antología se encuentra en proceso de edición y saldrá a la venta en los próximos días.

Agradezco a Editorial Hipálage por tenerme en cuenta para este proyecto.

01 marzo, 2010

Es un espejo

El suplemento cultural Guardagujas, del diario mexicano La Jornada Aguascalientes, dedica su número de marzo a Alicia, la chica del país de las maravillas.

Mi cuento Es un espejo integra este número especial, lo que me llena de orgullo.

Quien quiera leerlo y se encuentre en Aguascalientes puede comprar el diario. La otra opción es descargar la versión en PDF del suplemento, aquí.

22 febrero, 2010

Todos los cuerpos se parecen

Recostada sobre una reposera, miraba a la gente y pensaba que todos los cuerpos se parecen. Quiero decir: ahí, en la pileta del club, me fue imposible saber si ese hombre con panza y várices era un narcotraficante, un gerente o un secretario; sólo supe que era un hombre con panza y várices. Y eso ocurrió porque el hombre estaba semi-desnudo, en traje de baño, y porque todos los cuerpos se parecen. De haber estado vestido, tal vez las señales de la vestimenta me habrían dado una pista. Un gerente no suele comprar los mismos trajes que un secretario, y hasta donde yo sé, los narcotraficantes usan camisas hawaianas y sombrero de paja.

Mis reflexiones sobre los cuerpos estaban llegando a una aburrida meseta, cuando vi acercarse a una joven pareja. Ella tenía cara de inocencia, y él tenía una cabeza extraña: de la parte superior le salía una impresionante cornamenta que casi me saca un ojo al pasar por mi lado. Entonces ella le habló, y de su boca salió una aterradora lengua bífida. Yo miré alrededor; nadie había visto nada. El hombre-venado y la mujer-serpiente fingían ser personas corrientes, y todos lo aceptaban así.

Me tumbé de espaldas al cielo. La gente, al no entender que todos los cuerpos se parecen, tampoco pueden notar un cuerpo diferente.

Me relajé. Mi ensortijada cola de cerdo, sin dudas, pasaría inadvertida.

15 febrero, 2010

Espantapájaros

El día era magnífico: brisa, sol, calma. Mi pelo ondeaba, el aire me acariciaba la cara.

Entonces apareció la piba.

-¡Buen día, amable espantapájaros! Acompáñame en mi viaje y el mago de Oz te dará el cerebro que tanta falta te hace.

Miré alrededor; pensé que era una joda. No había nadie.

-¿Perdón? –le pregunté.

-¿Tú no eres el espantapájaros sin cerebro? –me preguntó ella, a modo de respuesta. Yo supuse que la chica no tenía todos los patitos en fila.

-No, yo soy el granjero. El espantapájaros está alla –dije, y señalé al espantapájaros.

-¡Oh, le pido disculpas, estimado granjero! Su cabellera al viento y su carencia de cerebro me confundieron. ¿Puedo llevarme a su espantapájaros, para que mi travesía no sea tan solitaria?

-Bueno, depende. Si vos me dejás a tu perrito para que yo lo clave en un poste a fin de espantar a los cuervos y a las adolescentes hinchapelotas, podés llevarte a mi espantapájaros.

La piba salió corriendo. Yo seguí tomando sol.

06 febrero, 2010

El descanso

Me voy de vacaciones a San Rafael, Mendoza. Vuelvo en unos días.

Abrazos a todos.

30 enero, 2010

El erróneo incidente del perro a medianoche

Don Cosme mira por la ventana y espera. O espera y mira por la ventana. Afuera llueve; adentro, también. Es metáfora y no: hay una gotera en algún punto de la habitación de Don Cosme. Hay goteras en todo el asilo.

Don Cosme se pregunta cuándo irá Javier a visitarlo. Los días pasan iguales, siempre. Afuera llueve o hay sol, pero Don Cosme sigue adentro, porque una tarde Javier decidió que ahí, en el asilo, estaría mejor. Don Cosme no tiene ninguna enfermedad que requiera una continuidad de cuidados profesionales; si fuera eso, él lo entendería. Pero Don Cosme sólo tiene vejez, y entonces no sabe por qué su hijo lo puso en ese lugar en vez de dejarlo en la habitación de su casa, donde trataba de no molestar.

Hubo un incidente que podría explicar el presente de Don Cosme, pero eso ocurrió hace muchísimos años, cuando Javier era un nene. Don Cosme ni lo recuerda; es probable que tampoco lo recuerde Javier. Resulta que Javier quería un perro, y Don Cosme se lo compró. Durante un tiempo, todo fue bien. Pero el perro dejó de ser cachorro y dejó de ser gracioso, y empezó a ladrar y a hacer pis y caca en lugares donde no debía. Y entonces Don Cosme dijo que el perro se tenía que ir.

Buscarle un nuevo hogar llevaría mucho tiempo, y Don Cosme no tenía ganas de necesitar tiempo. Después de todo, pensó, es sólo un perro. Esa noche, bien tarde, para que los vecinos no lo vieran (siempre hay algún chiflado que respeta a los perros tanto como a los humanos), subió al perro al auto (Javier quiso ir con él), anduvo cuatro o cinco kilómetros hasta llegar a una plaza, se bajó del auto, ató al perro a un árbol, se subió al auto y regresó a casa. Empezaba a llover. Y Javier sintió (aunque claro, no pudo explicarlo así), que en todo ese ritual había algo de traición. Es decir: al perro le había enseñado que ésta es tu casa, ésta es tu cucha, éste es tu plato de comida, y de golpe, una medianoche, lo dejan atado a un árbol de una plaza y se van. Y el perro ladraba, como es lógico. Y cada vez quedaba más lejano, porque el auto avanzaba y el perro seguía atado, y Javier supo que su padre lo había atado porque, de haberlo abandonado suelto, el perro habría perseguido el auto hasta llegar a casa, porque le habían enseñado que ésta es tu casa, ésta es tu cucha, éste es tu plato de comida. Y uno, sea hombre o perro, es lo que aprende y hace lo que le enseñan. Y esa noche, Don Cosme le enseñó a Javier que abandonar a alguien cuando ese alguien, sea hombre o perro, resulta molesto, es algo que puede hacerse.

-¿Por qué el abuelo no vive más con nosotros? –le preguntó Martín a Javier.

-Porque está viejo, Martín.

-¿Y por qué cuando las personas son viejas se las echa de la casa?

Javier miró a su hijo, y pensó. Y se acordó de algo que creía haber olvidado.

-Ponete la campera. Vamos a buscar al abuelo.