El milagro prometido
Era un pueblo olvidado por el progreso. No sólo por el progreso de las computadoras y la tecnología omnipresente sino olvidado por el progreso simple del asfalto y las vías de tren. Las oportunidades de trabajo y de desarrollo eran tan limitadas como la perspectiva de futuro de sus habitantes.
Un día, un joven nativo se propuso ayudar a su pueblo y a quienes habitaban en él. Se trataba de un muchacho con una fuerza interna sólida y una espiritualidad material y maciza, una espiritualidad creadora. Tan grande era su fe y tan poderosa su actitud, que el hecho de morir de tuberculosis antes de cumplir veinte años no disminuyó la confianza que habían depositado en él sus coterráneos; era como si la muerte no fuera suficiente para desbaratar a ese adolescente que se había propuesto rescatar del olvido a un pueblo entero, aunque no hubiera vivido lo bastante como para empezar a intentarlo.
La gente comenzó a rogarle que no olvide su promesa. Le hablaban como si estuviera vivo y escuchándolos. Le pedían ayuda, le pedían el milagro. Pasó el tiempo y seguían pidiéndole ya no por el pueblo en general sino por dolencias particulares. Le rezaban como a un santo.
Luego de años, una chica juró que el joven nativo muerto le curó un cáncer. Que ella se lo había pedido y que él se lo concedió. Prestigiosos médicos confirmaron su declaración: en el cuerpo de la chica había existido un cáncer del que ya no quedaban rastros.
La canonización del joven nativo fue una fiesta. Miles de personas asistieron a la ceremonia. Hubo que construir de apuro carpas, alojamientos, comercios, vías de tren, calles asfaltadas. La nación entera festejó el surgimiento del beato local, y el pueblo olvidado por el progreso, de pronto se convirtió en un santo mercado.
El milagro prometido había sido cumplido.
Un día, un joven nativo se propuso ayudar a su pueblo y a quienes habitaban en él. Se trataba de un muchacho con una fuerza interna sólida y una espiritualidad material y maciza, una espiritualidad creadora. Tan grande era su fe y tan poderosa su actitud, que el hecho de morir de tuberculosis antes de cumplir veinte años no disminuyó la confianza que habían depositado en él sus coterráneos; era como si la muerte no fuera suficiente para desbaratar a ese adolescente que se había propuesto rescatar del olvido a un pueblo entero, aunque no hubiera vivido lo bastante como para empezar a intentarlo.
La gente comenzó a rogarle que no olvide su promesa. Le hablaban como si estuviera vivo y escuchándolos. Le pedían ayuda, le pedían el milagro. Pasó el tiempo y seguían pidiéndole ya no por el pueblo en general sino por dolencias particulares. Le rezaban como a un santo.
Luego de años, una chica juró que el joven nativo muerto le curó un cáncer. Que ella se lo había pedido y que él se lo concedió. Prestigiosos médicos confirmaron su declaración: en el cuerpo de la chica había existido un cáncer del que ya no quedaban rastros.
La canonización del joven nativo fue una fiesta. Miles de personas asistieron a la ceremonia. Hubo que construir de apuro carpas, alojamientos, comercios, vías de tren, calles asfaltadas. La nación entera festejó el surgimiento del beato local, y el pueblo olvidado por el progreso, de pronto se convirtió en un santo mercado.
El milagro prometido había sido cumplido.
21 Comments:
Eso dicen Gilda , que todos los caminos llevan a Roma.
Un besazo
La vida es una puta paradoja del destino.... sino, dime tu de qué...
Bueno, al final, hubo justicia, es de lo que se trata, siempre que acabe habiendo justicia...
Ummmmmmmm, para cuando ese meme, somona???¿¿¿
los caminos del.... progreso son inescrutables
y sino que se lo digan a los economistas
precioso relato con un giro final que deja un buen sabor de boca abrazos
Cuando fui a Fátima, en Portugal, me compré un cuento muy bonito sobre tres pastorcillos.
¿Vendían cuentos para niños sobre la vida del santo?
Y, ¿tenían reliquias? esos dedos negruzcos que que muestran con macabro orgullo algunas iglesias. Son geniales. Yo he visto cosas verdaderamente espeluznates en iglesias italianas, y como soy una personajilla macabra y sadiquilla, disfruto muchísimo con este tipo de visitas culturales... jejeje
bueena..me hixo acordar a la piedra d hacer sopa...ya sabras x k
Un ángel del progreso...
Me gusto el texto.
Un abrazo, buen finde!
Fíjate que de momento me sentí rara leyendo este texto de tu parte.
Una historia que debería a veces suceder con más frecuencia.
Besos preciosa.
tuvo que dar un gran rodeo pero trajo el progreso.
Las fuerza del pueblo convirtió al adolescente en símbolo para levantarse y andar. La fe mueve montañas.
Jo, me ha gustado como cuando de pequeño me leían historias con moraleja y final feliz.
Cabecita linda.
Un beso.
Esto no era un acertijo, verdad?, jajajajaja.
Pues si, y de broma de broma..quiero decir como post que has ideado..y me dá, como un recuerdo vago, como si esta história hubiese ocurrido..quizás en mis sueños?, es el guión de una película olvidada?,lo viví en mi otra vida?
Fantástico Gilda ! :-)
Apapachos
Lo que demuestra que querer es poder. A veces, eh, no siempre.
Gilda, eres genial.
Apapachosssss...
Gwynette: de hecho, este cuentito está basado en una historia real.
Toro: tengo otro acertijo que cuando te lo diga ahí te quiero ver. Esperá que lo busco y te lo mando. La venganza será terrible.
:)
Apapachos a todos!!
buenisimo gil...como siempre.nos vemos prontito y nos tomamos unos mates,beso
Gilda: Te salió redondo. Conciso y puntual, me encantó.
En el Perú, para ser más exacto en el Cuzco, existe un niño al que se le venera pero de forma muy under porque te cumple lo bueno y el mal que pides.
un abrazo
reina imposible
Realmente es el deseo, cuando es tan fuerte, puede lograr lo que fuera!!!
Bellísimo cuento!
Besos, Gilda mía!
Un cuento con un final ingenioso. Aunque esos temas religiosos a mi no me van... Lo siento.
Me resulta agridulce, Arcángel... Es un milagro un poco mercantilista, ¿no?
Como siempre, me dejaste pensando.
Muchos besos.
Genial el textito. Prefiero el realismo mágico al mal llamado progreso.
Apapachos de cine (¡hay proyección en el cabaret!)
A veces la desesperación ó la soledad nos obliga a aferrarnos a la primera luz que veamos en el camino, por más pequeñita que sea, y en este caso, ese muchacho se convirtió, no en una luz, sino en un faro enorme..., paradojas del destino, su muerte acabó convirtiéndose en el salvoconducto del pueblo...
Me gusta tu blog, volveré por aquí
Un beso!
Gran historia.
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