Ariel, mi memoria y los rituales
En la parada del ciento sesenta estaba Ariel.
Cuando yo tenía más o menos quince años y él veintidós, lo miraba y pensaba a los treinta va a ser hermoso. Nos saludamos como viejos conocidos y pude comprobar que mi profecía se cumplió de una forma tan perfecta que me enorgulleció mi olfato para detectar hermosuras futuras. Hablamos cortesías: cómo está tu familia, seguís trabajando allá, estás viviendo acá. Vino el colectivo; Ariel se sentó adelante, yo más atrás con mi mamá.
- Lindo chico, ¿quién es?
- Ariel, el hermano de María Inés.
Conocí a María Inés a los diez años y fuimos mejores amigas entre los catorce y los diecinueve. Luego, el laberinto se bifurcó. De esos cinco años de amistad intensa extraigo los mejores recuerdos de mi adolescencia. Sin embargo hay algo que me llama la atención, y es que no recuerdo conversaciones. Mi memoria funciona como una película muda: estoy sentada en el patio de la casa de María Inés, es verano. Veo con toda claridad los manteles individuales que la madre puso debajo del mate que yo cebo. Toda la familia coincide en que soy la mejor cebadora. Está María Inés, la madre, la abuela, a veces el abuelo, Ariel, Pablo que va y viene del taller, el Negro durmiendo la siesta en el trapo que usa de cucha. Recuerdo la cuchara del azúcar. Puedo saborear el mate, el mate de la casa de María Inés de hace más de cinco años.
La escena se repite, con leves variaciones, incontables veces. Nadie lo sabía entonces, pero era un ritual. Yo no lo sabía, pero estábamos germinando recuerdos mudos.
¿Por qué no soy capaz de recordar ni una sóla conversación? Le di muchas vueltas al asunto y llegué a una conclusión: no las recuerdo porque no eran lo que importaba. No eran el motivo del ritual. Esas tardes de mate eran un ritual sin motivo.
Cuando llamo a Claudia y le digo hoy paso por tu trabajo, tengo cosas que contarte, ¿será cierto? ¿O dentro de cinco años voy a recordar con nostalgia ensangrentada las veredas de Viamonte y el atardecer por Florida, mientras las cosas que hoy nos contamos para exorcizarnos caen en el olvido?
Ariel me saludó con la mano y se bajó en Pompeya. Yo seguí un poco más, tratando de captar cuáles son las cosas que ahora pasan por mi lado como detalles decorativos y que dentro de unos años serán el nudo de mi biografía.
Cuando yo tenía más o menos quince años y él veintidós, lo miraba y pensaba a los treinta va a ser hermoso. Nos saludamos como viejos conocidos y pude comprobar que mi profecía se cumplió de una forma tan perfecta que me enorgulleció mi olfato para detectar hermosuras futuras. Hablamos cortesías: cómo está tu familia, seguís trabajando allá, estás viviendo acá. Vino el colectivo; Ariel se sentó adelante, yo más atrás con mi mamá.
- Lindo chico, ¿quién es?
- Ariel, el hermano de María Inés.
Conocí a María Inés a los diez años y fuimos mejores amigas entre los catorce y los diecinueve. Luego, el laberinto se bifurcó. De esos cinco años de amistad intensa extraigo los mejores recuerdos de mi adolescencia. Sin embargo hay algo que me llama la atención, y es que no recuerdo conversaciones. Mi memoria funciona como una película muda: estoy sentada en el patio de la casa de María Inés, es verano. Veo con toda claridad los manteles individuales que la madre puso debajo del mate que yo cebo. Toda la familia coincide en que soy la mejor cebadora. Está María Inés, la madre, la abuela, a veces el abuelo, Ariel, Pablo que va y viene del taller, el Negro durmiendo la siesta en el trapo que usa de cucha. Recuerdo la cuchara del azúcar. Puedo saborear el mate, el mate de la casa de María Inés de hace más de cinco años.
La escena se repite, con leves variaciones, incontables veces. Nadie lo sabía entonces, pero era un ritual. Yo no lo sabía, pero estábamos germinando recuerdos mudos.
¿Por qué no soy capaz de recordar ni una sóla conversación? Le di muchas vueltas al asunto y llegué a una conclusión: no las recuerdo porque no eran lo que importaba. No eran el motivo del ritual. Esas tardes de mate eran un ritual sin motivo.
Cuando llamo a Claudia y le digo hoy paso por tu trabajo, tengo cosas que contarte, ¿será cierto? ¿O dentro de cinco años voy a recordar con nostalgia ensangrentada las veredas de Viamonte y el atardecer por Florida, mientras las cosas que hoy nos contamos para exorcizarnos caen en el olvido?
Ariel me saludó con la mano y se bajó en Pompeya. Yo seguí un poco más, tratando de captar cuáles son las cosas que ahora pasan por mi lado como detalles decorativos y que dentro de unos años serán el nudo de mi biografía.
28 Comments:
me pasa seguido, pero lo que me trae muchos recuerdos son los olores, no sé porque pero, algunos olores, perfumes me recuerdan a personas y otros a momentos de mi vida.
Muy buen post. Un abrazo
Pues yo también tengo memoria fotográfica, pero el caso es que además suelo recordar conversaciones palabra por palabra, de tal manera que podría hacer una peliculita guionizada con secuencias de mi vida. Por supuesto, recuerdo lo que mi memoria selectiva quiere guardar (momentos de amor, de dolor.., de esos que marcan) Con los sueños me sucede lo mismo. Palabras y colores. Aromas a veces, de los que trasladan.
Un besito, preciosa
k lindo lo k escribiste y como l oescribiste...es muy importante k puedas escribir asi...kisas algunas personas 100ten lo mismo y no pueden expresarlo bien...yk lástima....
pero es bueno creo k tngs esa facilidad..y no kiero k la palabra facilidad kite mérito....
u.U
Me gustó muchísimo lo que escribiste.
Bastante llegador.
Besos preciosa.
Es un tema que me intriga siempre, tengo recuerdos de mi infancia que los puedo ver con la nitidez de una TV de plasma, después vienen saltos, vaciós, otros recuerdos perfectos, con audio incluído, no sé quien programó las grabaciones, pero me tiene intrigado, desde luego.
Besos.
Yo guardo fragmentos indelebles de conversaciones, palabra por palabra, exactas, sin sinónimos. Son diálogos determinantes, claro, sino estaría colifa. Por suerte mi memoria se resetea de vez en cuando y se borran. Eso me salva.
Las palabras están ahí, en cada una de las frases que conforman este relato, sin aquella amistad y sin todas las vivencias que conforman tu historia no sabrías expresarte como lo haces. En los recuerdos nos viene la instantanea, el pie de foto, en cambio, reside en los pliegues de nuestro inconsciente.
Besos :)
Y la película muda nos hace señas, desesperadas señales contra el olvido.
Los sabores del mate, el olor de esa casa, una risa lejanísima... para qué más? hará falta algo?
:)
Un abrazo con bizcochitos Don satur(me encantó ese vieje en bondi...)
besos
musa
la vida y sus bellas casualidades
besitos
Te leo, te disfruto.
Comienzo mi jornada laboral...enciendo la PC...reviso el correo...e inmediatamente te busco Arcángel Mirón.
Esa rutina formará parte de mi biografía, sin duda.
Jenny tiene razón, quizá algunas personas sienten lo mismo y no pueden expresarlo bien. Lo que me fascina del Arcángel es que pareciera que escribe la historia sin meditar en el resultado
Se exactamente de lo q hablas... Flashes inundan mi mente cuando pienso en el ayer...
Cuando pienso en alguien concreto siempre se me viene la misma imagen de esa persona, y no es q sea cuando estaba más guap@ o cuando más nos reimos, es simplemente la imagen q mi mente capto como icono de su ser. es extraño, pero es lo q hay :)
No sabemos que vaya a pasar en un futuro, pero imaginarlo, es delicioso
Besos y excelente semana!
Puede ser que se haya extraviado un comentario?
Ay... como lo haya dejado en otro blog por equivocación... :O!.. Van a pensar que estoy loca. Loca de atar.
Bueno, te decía algo así:
A mi los olores me transportan a mil años atrás... a la cocina de mi abuela, a sus deliciosas natillas con canela y galleta.
Recuerdo mas cosas de hace años que de dos días atras.
Selección de recuerdos, diría yo.
Abrazos,
Agatha Blue*
Yo recuerdo imágenes muy lejanas en el tiempo pero tan nítidas como si hubieran ocurrido ayer y sin embargo son muy silenciosas, en cambio tengo algunos vagos recuerdos en los que el sonido de las voces me suena como si todavía estuvieran ahí.
QUÉ BIEN ESCRIBES PEDAZOMUJER¡¡¡ El nudo de mi biografía...
Ariel es un nombre precioso, y me lo imagino reguapo, seguro tienes su imágen grabada, y ni recuerdas exactamente cómo empezó la escueta conversación... A veces, hay recuerdos que no tiene gramáticas, pero porque los sentimientos, cómo tu bien dices, las borran, dejando lo importante arriba, y lo demás, subyaciendo no se dónde, ni si subyace finalmente.
Yo tb tengo recuerdos de esos... sabes qué??? En mi caso borro la conversación por la emoción tan grande sentida, la anula. Y me gusta el recuerdo sin palabras, a veces, estorban cuando el silecio es bello, y lo que cuenta, es la historia en sí.
Un besazo, y oye, a por ese Ariel, no????
es increíble el recuerdo que puede despertar un olor, un tacto y lo poco que pesan las palabras....
de todas formas como saber si la conversación recordada fue real o solo una elucubración de lo que sucedió, es decir relleno con lo que me gustaría que paso lo que no recuerdo bien, esto lo hace el inconsciente así que podrías jurar que pasó y al final solo lo imaginaste....
bonito pedazo de tu vida, gracias por compartirlo
Es muy difícil hoy saber qué detalles permanecerán mañana...
Pero seguro no serán esos que ahora nos parecen tan importantes.
Besos sin ritual.
recuerdo frases, luces, miradas, olores, sabores, sonidos, sensaciones que me llevan al pasado y son mis tesoros. Hacemos rituales y en su momento no somos conscientes de ellos, hasta que un dia te ves a ti mismo ansioso esperando y el pecho saltando.
Agradezco tu comentario en mi blog, encontraste las palabras exactas para describirlo.
un abrazo
reina imposible
Olores, sabores y el futuro tan presente.
Yo sí suelo recordar las conversaciones... Lo que nos parece como algo normal y sin importancia, con el tiempo va adquiriendo más valor.
Pues casi me pasa lo mismo. Y luego, recuerdo una frase suelta oída al azar de un desconocido en el súper, por ejemplo, del que ni siquiera miré su cara.
Saluditos
Joer, ahora me pusiste pensativa. Voy a hacer ejerciciios mentales a ver si logro recordar que hablaba yo con mis amigas de la adolescencia...Imagenes tengo y muchas.
ayer no pude subir el comentario, pero decía que me ha encantado esa forma de convertir recuerdos cotidianos en rituales. Es verdad, hay cositas sin importancia que con el tiempocogen trascendencia.
Genial el texto, me encanto.
También tengo memoria fotográfica, y con frecuencia me sucede que mis recuerdos son mudos, o sólo llevan melodias de canciones importantes para mi en la fecha que sucedieron... misterios de nuestra mente.
Besos y sueños
Y la guaga u otra similar sequira haciendo ese o parecido recorrido, para transportar arieles, sueños, emociones,y fantasias de sus viajeros.
Pienso que los rituales colectivos tienen el sentido de afianzar lazos, la repetición de actos, de movimientos es siempre importante, genera una sensación de estabilidad y bienestar que se transmite a aquellos con quienes los realizamos.
La memoria es caprichosa, sí, pero puede ser que simplemente haya conservado lo esencial de vuestra relación: un conjunto de imágenes placenteras que recogen y condensan todos los buenos sentimientos generados entre ambas en vuestras conversaciones. Qué más da de lo que hablárais. El caso es que os entendíais y ese entendimiento mutuo se ha traducido en un recuerdo hermoso ya sin palabras.
¡Un beso!
Exacto!..eras tan felíz con el ritual y con la compañía que ahora recuerdas la emoción, pero no las palabras que lo acompañaban...y me digo yo, que eso no será malo...porque fíjate que post más cálido te salió !! :-)
Apapachos
Mi memoria es bien verbal: frases pronunciadas, con entonaciones y todo!!!
Y de ahí arrancan las emociones...
Que no siempre despiertan posts tan fantásticos!
Besos
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