28 octubre, 2006

¡Ah, pero nosotros fuimos a bailar al comedor!

El mito cuenta que como nuestros padres no nos dejaban ir de viaje de egresados de séptimo grado a Córdoba, una madre sugirió
- ¿Y si hacemos una fiesta con payasos?
como alternativa.
Por suerte, nadie estuvo de acuerdo.
Al final se decidieron por una quinta en el campo*, en Mercedes. Los encargados de cuidarnos eran Mariano y Laura, que eran pareja, y el hermano de Laura, de quien no recuerdo el nombre pero sí la cara y que tenía un perro negro llamado Ochi.
El viaje de séptimo consistió en cuatro días fabulosos, nosotros treinta jugando a ser independientes y grandes, y Mariano, Laura, el hermano y Ochi jugando a ser maestros-buena-onda-pero-responsables, tipo Luis Sandrini en las películas de Luis Sandrini pero sin esa cosa deprimente de las películas de Luis Sandrini.

Hay dos o tres anécdotas que vale la pena resaltar del resto:

Como estábamos en el medio del campo, no había pubs ni boliches para ir y jugar a ser independientes y grandes. Entonces corrimos las mesas del comedor inmenso e improvisamos una pista de baile; yo tuve la suerte de nunca padecer de esnobismo, ni siquiera durante la época terrible de los doce años, pero hubo compañeros que se quejaban: "Es un papelón, todos cuando van a Córdoba van a bailar a un montón de boliches, ¿qué vamos a decir nosotros? ¿que fuimos a bailar al comedor?".
Sí. Y ahora, once años después, que tuvimos tiempo de hartarnos de las luces de neón... ¿no es genial el recuerdo del comedor?

Una tarde llovió, y no pudimos usar la pileta. El cuarteto que nos cuidaba organizó un juego: tenían fotos de cincuenta famosos. Nos separaron en grupos, y cada grupo tenía que anotar en un papel el nombre de cada famoso. Ganaba el grupo que reconocía más fotos. Algunos eran difíciles para un chico de doce años.
Mi grupo fue el único que sacó cincuenta de cincuenta. No olvido la cara estupefacta de Laura cuando miró a mi grupo y preguntó
- ¿Quién reconoció a Adolfo Bioy Casares?
Yo, muerta de vergüenza, levanté la mano.

Queríamos comprar chucherías de Mercedes para llevarles a nuestros padres. Recuerden que jugábamos a ser independientes y grandes. Mariano nos dijo
- Mañana vamos a ir al almacén de ramos generales, ahí hay de todo.
Nosotros nos imaginamos de todo.
Caminamos lo que ahora me parecen varios kilómetros por calles de tierra. A nuestro costado, vacas pastando. A nuestro otro costado, más vacas pastando. Luego de lo que ahora me parecen varias horas, llegamos al almacén. Por fuera se nos asemejó a un comercio del Lejano Oeste. Si aparecían dos cowboys y se retaban a duelo, no nos hubiéramos sorprendido demasiado.
Por dentro era peor. Cuando Mariano dijo "ahí hay de todo" quiso decir "desde yerba hasta tornillos, pasando por un tipo en la barra tomando cerveza que los va a mirar como diciendo qué hacen todos estos pendejos acá". Nosotros pretendíamos mates imponentes con la leyenda Recuerdo de Mercedes, alfajores regionales o mermeladas caseras. Ya nos veíamos volviendo con las manos vacías... cuando las descubrimos. De una góndola, en paquetitos individuales, colgaban muchas bombillas. Bombillas de mate. No decían Mercedes, ni Recuerdo de mi viaje a Mercedes, ni nada. Simplemente bombillas. Luego de mirarlas bien, no me parecieron tan extraordinarias. Pero, en fin.
Supongo que hasta el día de hoy, la almacenera contará a sus amistades la anécdota de los treinta niños que, un día y sin explicación, agotaron su stock de bombillas para mate.


*Cada vez que escribo, leo, escucho o pronuncio la palabra campo, me acuerdo de Horacio y me rio a carcajadas.
Horacio vive en Capital y yo en provincia, en Lanús. Por ese motivo, él me dice, cada vez que tiene la oportunidad y haciéndose el superado, que yo vivo en el campo, que soy campesina. Pero lo que me hace reir tanto no es lo que me dice sino cómo lo dice.
Un día, por ejemplo, en medio de una conversación que no tenía nada que ver, me preguntó
- ¿Este colectivo te deja en esa zona árida adonde todavía no llegó la escritura?
Yo no se si cada frase la piensa dos horas o si, mejor aún, la improvisa según el momento.
La mejor fue el día que él actuaba (Horacio es murguero) en Padua. Yo le dije que ni loca iba a verlo, que Padua quedaba lejísimos. Él me contestó:
- Bueno, "lejísimos" es una palabra que puede utilizar una persona que vive en la civilización. Vos deberías decir que de tu comarca queda a más de un día a caballo
.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Jajaja
¡Qué grande sos! ¡Bioy Casares a los 12!

30/10/06, 2:43 p. m.  
Blogger Arcángel Mirón said...

Pero mirá que no lo había leído, eh? ...

Ahora que lo pienso... peor!! Lo conocía sin leerlo!! Jajaja.

30/10/06, 6:21 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Qué personaje sos Gilda!!!
Leo lo que escribís y me hacés sentir que toda tu infancia fue feliz...Te amo

3/11/06, 3:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

muy wuenas las acnedotas gildis..sos un crak escribiendo..te juro que me imaginaba todo mientras leia..!1
aguante el campo y las vacas... mi gran Trenque Lauquen, el cual hace 5 meses que no voy..necesito aire..jajja nos vemos el lunes en nuestro dichoso momento de entraga del titulo!! besungo gildiss

6/11/06, 4:35 p. m.  

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