Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar
La primera vez que me crucé con Borges fue por obligación, a los catorce años.
La profesora de lengua de segundo año del secundario fue clara: leíamos y entendíamos El Aleph o no aprobábamos la materia. Algunos compañeros que nunca en su vida habían agarrado un libro, leyeron El Aleph y odiaron la literatura (si la función de los profesores de lengua es hacer que sus alumnos adolescentes deseen leer, algunos encaran la tarea por un lado incorrectísimo).
Yo, que un tiempo antes había empezado a leer libros "adultos" por propia voluntad, entendí que la Literatura podía ser algo más cercano y placentero que ese jeroglífico endiablado, y eso me permitió ser más justa: sólo odié a Borges.
Hace un año me anoté en un curso de Narrativa que dictaba un profesor llamado Daniel Molina en el Centro Cultural Rojas. Molina fue tan claro como aquélla que fue mi profesora ocho años atrás: "... durante este curso vamos a leer mucho a Borges...".
Sin embargo, algunos detalles habían cambiado: el curso de Narrativa podía abandonarlo cuando yo lo deseara, nadie me calificaría por entender o no un cuento y, lo más importante: en esos ocho años yo leí mucho; este segundo enfrentamiento entre Borges y yo me encontraba mejor parada y amparada por todos mis escritores.
Con ánimo marcial abrí mi libro borgiano... lo leí... y cómo habré cambiado en esos ocho años, que no sólo lo entendí sino que empecé a amarlo con la naturalidad de las cosas pendientes que por fin son realizadas. Y recordé algo que una vez le oí a Federico Andahazi:
- Cuando leí a Cortázar sentí que quería ser escritor. Cuando leí a Borges sentí que ser escritor es imposible.
Yo también sentí eso. Pero (deduzco que a Andahazi le habrá pasado lo mismo) la certeza de esa imposibilidad, lejos de desanimarme, me enorgulleció. Sentí que yo, al intentar escribir, estoy intentando un imposible que, sin embargo, alguien alguna vez logró.
Lo que viene a continuación se llama El amenazado. De Borges, claro:
Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
La profesora de lengua de segundo año del secundario fue clara: leíamos y entendíamos El Aleph o no aprobábamos la materia. Algunos compañeros que nunca en su vida habían agarrado un libro, leyeron El Aleph y odiaron la literatura (si la función de los profesores de lengua es hacer que sus alumnos adolescentes deseen leer, algunos encaran la tarea por un lado incorrectísimo).
Yo, que un tiempo antes había empezado a leer libros "adultos" por propia voluntad, entendí que la Literatura podía ser algo más cercano y placentero que ese jeroglífico endiablado, y eso me permitió ser más justa: sólo odié a Borges.
Hace un año me anoté en un curso de Narrativa que dictaba un profesor llamado Daniel Molina en el Centro Cultural Rojas. Molina fue tan claro como aquélla que fue mi profesora ocho años atrás: "... durante este curso vamos a leer mucho a Borges...".
Sin embargo, algunos detalles habían cambiado: el curso de Narrativa podía abandonarlo cuando yo lo deseara, nadie me calificaría por entender o no un cuento y, lo más importante: en esos ocho años yo leí mucho; este segundo enfrentamiento entre Borges y yo me encontraba mejor parada y amparada por todos mis escritores.
Con ánimo marcial abrí mi libro borgiano... lo leí... y cómo habré cambiado en esos ocho años, que no sólo lo entendí sino que empecé a amarlo con la naturalidad de las cosas pendientes que por fin son realizadas. Y recordé algo que una vez le oí a Federico Andahazi:
- Cuando leí a Cortázar sentí que quería ser escritor. Cuando leí a Borges sentí que ser escritor es imposible.
Yo también sentí eso. Pero (deduzco que a Andahazi le habrá pasado lo mismo) la certeza de esa imposibilidad, lejos de desanimarme, me enorgulleció. Sentí que yo, al intentar escribir, estoy intentando un imposible que, sin embargo, alguien alguna vez logró.
Lo que viene a continuación se llama El amenazado. De Borges, claro:
Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
6 Comments:
Muy bueno lo que dijo Andahazi.
¿Hay algo de ese tipo que valga la pena leer?
Borges no tiene comparación.
De Andahazi... todo lo que puedas conseguir.
Que bueno...
Como me gusta ese orgullo por lo imposible...
No se si se lo he dicho, pero es usted muy grande señorita Arcangel... y nada mala ordenando palabras.
Un beso imposible y Beckettiano
DIos..., que bueno fué leer esto..., inevitable dejarte un comentario, ME ENCANTÓ...
Yo creo que es la primera vez que algo de Borges me impacta de esta manera...
"Es el amor con sus mitologias, con sus pequeñas magias inútiles..."
Un capo ;)
Desde la primera vez que leí Borges me gustó, pero hasta ahora tengo problemas para leer sus ensayos, de Borges me quedo con los cuentos y poemas...
Quién sabe... tal vez dentro de 8 años!
Saludos.
.HERMOSO, ME DEJÓ MARAVILLADA
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