Alarma y orgullo
En el rincón más húmedo de la celda más imperdonable, el cuerpo del prisionero número mil cincuenta y tres dudaba entre la vida y la muerte. El carcelero lo contemplaba desde la mirilla, esperando a que se decidiera de una vez, para así retirarlo antes de que empezara a oler. El carcelero nunca soportó el olor a muerto.
El carcelero ignoraba si el prisionero número mil cincuenta y tres era culpable o inocente. También ignoraba de qué cosa era culpable o inocente.
Cuando el prisionero dejó de moverse, el carcelero entró en la celda, se cargó el cuerpo al hombro y lo llevó al sótano de la prisión. Tras cerrar la puerta con llave y comprobar que allí no había nadie, el carcelero puso su mano en el pecho del prisionero número mil cincuenta y tres. El pecho latía. Era un latido débil y dudoso, un latido de gorrión. El carcelero volvió a cargarse el cuerpo al hombro, salió del sótano, entró a la morgue, llamó a la encargada con un gesto, depositó el cuerpo en una camilla y lo tapó con una sábana. La encargada de la morgue se acercó y miró al carcelero con ojos clarividentes.
- ¿Vive? - le preguntó en un susurro inaudible, mirando al hombre tapado. El carcelero asintió. La mujer suspiró con alarma y orgullo.
- Bueno. Lo llevo a casa y llamo al médico.
El carcelero volvió a asentir en silencio y salió de la morgue. El jefe lo esperaba afuera.
- ¿Dónde está el mil cincuenta y tres? - bramó.
- En la morgue. Lo llevé recién.
El jefe trazó una sonrisa negra.
- Al final, no aguantó nada. Volvé a tu puesto. Ya tenés otro prisionero. A ver cuánto dura éste.
El carcelero obedeció. Siguiendo el orden de su rutina, se paró frente a la puerta de la celda más imperdonable y se dedicó a contemplar al prisionero número mil cincuenta y cuatro. El carcelero pensó que debía estar atento. El prisionero número mil cincuenta y cuatro apenas se movía, y el carcelero nunca soportó el olor a muerto.
El carcelero ignoraba si el prisionero número mil cincuenta y tres era culpable o inocente. También ignoraba de qué cosa era culpable o inocente.
Cuando el prisionero dejó de moverse, el carcelero entró en la celda, se cargó el cuerpo al hombro y lo llevó al sótano de la prisión. Tras cerrar la puerta con llave y comprobar que allí no había nadie, el carcelero puso su mano en el pecho del prisionero número mil cincuenta y tres. El pecho latía. Era un latido débil y dudoso, un latido de gorrión. El carcelero volvió a cargarse el cuerpo al hombro, salió del sótano, entró a la morgue, llamó a la encargada con un gesto, depositó el cuerpo en una camilla y lo tapó con una sábana. La encargada de la morgue se acercó y miró al carcelero con ojos clarividentes.
- ¿Vive? - le preguntó en un susurro inaudible, mirando al hombre tapado. El carcelero asintió. La mujer suspiró con alarma y orgullo.
- Bueno. Lo llevo a casa y llamo al médico.
El carcelero volvió a asentir en silencio y salió de la morgue. El jefe lo esperaba afuera.
- ¿Dónde está el mil cincuenta y tres? - bramó.
- En la morgue. Lo llevé recién.
El jefe trazó una sonrisa negra.
- Al final, no aguantó nada. Volvé a tu puesto. Ya tenés otro prisionero. A ver cuánto dura éste.
El carcelero obedeció. Siguiendo el orden de su rutina, se paró frente a la puerta de la celda más imperdonable y se dedicó a contemplar al prisionero número mil cincuenta y cuatro. El carcelero pensó que debía estar atento. El prisionero número mil cincuenta y cuatro apenas se movía, y el carcelero nunca soportó el olor a muerto.
51 Comments:
al ángel de la muerte se le acumula el trabajo
tantas celdas, tantos candidatos a muertos, tantas tareas pendientes, velos corridos...
los latidos de gorrión apenas se escuchan
la lista espera...
un beso
A veces me impaciento porque tardas en actualizar... Pero luego leo lo que has escrito y compensa.
Buena historia, Gilda. Como nos tienes acostumbrados...
Que fuerte, el otro día vi unas celdas pero llenas, fue una visita de la que me acordaré toda mi vida, prefiero no entrar en detalles pero me impresionó mucho.
En una de las celdas se había suicidado un preso hacía dos días, las caras de los presos, sus gritos, sus peleas, creo que si, que lo recordaré siempre.
Tu relato también me impresiona.
Besos.
Yo creo que este carcelero tiene muy mal olfato ;)
Excelente relato, como siempre, como viene siendo habitual.
Besos
aúnque haya quien piense lo contrario se puede escapar a la muerte
un beso
lágrimas de mar
Nunca hay que perder la esperanza...
(Y en los sitios más inverosímiles podemos encontrar un ángel).
Un beso.
Impresionante querida... morboso y elegante a la vez, hasta me ha parecido oler al muerto y no, tampoco lo soporto...
Besicos
Mmm... Muy bien escrito. Me ha gustado mucho, como siempre. Este tal vez, más lejos de tus temas habituales, pero tan genial como siempre :)
Me encanta como resaltas los números...mil cincuenta y tres, mil cincuenta y cuatro...porque allí no son más que eso, números..
La misma clase de siempre...
Besicos
Por suerte no conozco ese olor,
Por lastima si conozco el de los muertos con vida.
Besotes nena.
Me encantan tus relatos.
Cortos pero lo necesario con magia comprimida.
Ro!
La ternura del carcelero. Los monstruos siempre sorprenden con gestos de amor, para recordarnos que son monstruos voluntarios.
Puede haber un trocito de alma aún en el monstruo más terrible. Pero eso no le exime de su culpa.
un olor harto desagradable, pero inevitable
besotes
Ese señor al que no le gusta el olor a muerto debería mirarse un poquito, creo que el olor putrefacto lo despide él...
Y sin saber apenas de qué cojones sufre uno, o qué le pasó... a mi estos recogealmassinnombreyconnúmero, siempre me dieron miedo.
Hermosa, que está perfecto, eres una fenómena.
Un apapacho de esos grandes, y un besito gigante, del tamaño de tus textos... Uff, el domingo me pone cursilita...
Vaya, mucho trabajo... este tipo de textos tuyos me gustan mucho... hace que la gente salga de su sopor...
Sip, Suspiro Azul va al cine... qué nervios...
besos y excelente semana!
ese olor por desgracia...siempre llega....el carcelero hace su trabajo para bién o para mal....nos guste o no...
¿quién puede soportar el olor a muerto? Sólo aquel que está muerto.
Salud
Es lo que tienen los trabajos en cadena, que el tedio se une a la monotonia de lo cotidiano.
Besos.
ya todo duele, Gilda
y no entiendo la secuencia de los hechos
pero sonrío con la ingenuidad del que espera un renacimiento
:)
parece que se acumula el trabajo de quien vela por los demas....
cada vez, por desgracia es más real esta figura literaria que acabas de crear.....
me encantó el giro que da el protagonista de la imagen de carcelero despiadado a el humano que consigue revivir prisioneros....
besos arcangilda
¿Carcelero?
Esperemos que los 'numeros' sepan apreciar esa segunda oportunidad...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Esta atmósfera sí que es siniestra. Muy bien contado, me ha recordado a Kafka ("En la colonia penitenciaria", por ejemplo). Saludos.
Este cuento tiene un estilo arcángel indudable.
Me encantan tus atmósferas, tus personajes y cómo los ponés a actuar.
Tus relatos viven y respiran fuerte y hondo, sin olor a muerto.
besotes
musa
Versión moderna del Conde Montecristo, pero con ayuda externa; muy bien, muy bien. Alegra la existencia de ángeles de la guarda humanos.
Un beso
El tema es poco fuerte, habiendo la morge me asusta, pero comentario a parte, es un tema muy curioso con mucha imaginación que es de lo que se trata.
¿Realmente le interesaba a ella, que el muerto no estubiese tan muerto..??
Muchos besos.
Pero es el castillo de If!!!!
Y lo único que falta es que el mil cincuenta y tres fuera Edmundo Dantés!
Buenísimo cuento Gilda!
Veo madame que el desasosiego la nutre de una forma, que nos permite disfrutar a nosotros.
Ese carcelero tiene también su corazoncito, alimentado por supuesto, por su aversión al olor de la muerte. Magnífico Gilda.
Seguiré inquietándola pues.
Me agobiaste querida, provocas, ufff...acà hay olor a cafè, gustas? digo, para que sigan las historias negras.
Besos y de nuevo te felicito.
Este carcelero ya tiene un rinconcito en el cielo.
Hay trabajos horrorosos que ni pagados con miles de euros deben dejar a uno dormir con tranquilidad.
Besos,
Que bonita historia, esperar al penultimo latido para salvarle sin importarle que fuera inocente o culpable .
Besos
Se hubiesen precisado carceleros así, en una época no?
Besazos
Supongo q es así, q el trabajo nunca se acaba...
Genial el texto chica, te superas con cada uno.
en medio de la hediondez es posible el gesto heroico o simplemente humanitario.
Qué buen relato, qué bien contado
!
Que buena historia Gilda,me impresiono...esta tan bien relatada, que por un momento vi la cara del carcelo y la del prisionero mil cincuenta y tres...
Besos!!
Cuánta clemencia! Ojalá yo me encontrara en la vida con gente así, al menos en situaciones como esta... Creo que yo también intentaría hacer algo por él, sí.
Bueno, no sé qué pasa con esto, pero espero que esta vez el chisme este me deje publicar mi comentario.
Besitos nena!!!!!!!!!
: )
Dichosos carceleros guapos
Estupendo cuento. En cualquier sitio podemos encontrar lo inesperado; lo malo en buenas circunstancias y al revés.
Lo que tiene mérito es contarlo como lo haces.
Me ha gustado mucho y también que no cuestiones el poder del escarabajo :DD
Un abrazo grande, amiga.
Buenísimo Gilda!! Lo que me queda claro es que jamás pordría ser ese carcelero que levanta muertos!!
Un beso
Sil.*
Qué carcelero tan tierno...
Me ha encantado
A veces visito la cárcel para ver a unos amigos y siempre es duro el infra mundo que se mueve en esos terrenos. Los personajes que conviven en ese territorio son especiales. Hasta creo que la sangre en las venas es más espesa. El olor a muerte siempre esta presente. Desde que entras.
Un beso Emperatriz.
Me gusta a mí este carcelero, que leo aliado de sus presos, resistente a la obediencia, bueno en su tosquedad... Le salva el que no le guste el olor de la muerte, y eso le haga caer, por casualidad o pura indiferencia, del lado de la vida.
Me ha encantado tu relato. Me ha dado que pensar, y eso siempre es un placer.
¡Un beso!
Probablemente el carcerlo no estaba allí por elección propia, era otra víctima más, tanto o casi como el preso.
Mas que carcelero, parece el secretario de la muerte, esperando a que ella venga mientras el prisionero moribundo se va debilitando poco a poco...
Un saludo!!!
Las buenas personas aparecen en los sitios más insospechados... :-)
Me encanta tu relato!
bss
Mil cincuenta y tres prisioneros salvados porque el carcelero no soportaba el olor a muerto.
Fantástico relato.
Un abrazo.
Genial el relato, lleno de imágenes en su mayoría inquietantes.
¿Se puede burlar pues al ángel de la muerte?
En la vida real, lo cierto es que el asunto está difícil.
Me alegró mucho visitarte de nuevo y encontrarme tanto talento en tus palabras.
Además, te agradezco la visita que me hiciste en mi particular desván. Vuelve siempre que quieras.
Un beso y que te vaya bonito.
Quizás sea verdad que no soportaba el olor a muerto, pero quizás -también- quedaba un rincón de decencia en su corazón oscuro...
Apapachos
¿cuántos como el carcelero que no soportaba el olor a muerto y la enfermera que susurraba salvaron a tantos y tantos a lo largo de la historia? héroes silentes y oscuros. Cómplices, nunca. Más vale quien salva una vida jugándose la suya que quien salva mil sin arriesgar nada.
Me he sentido cercana al carcelero. Humanizado, tal vez se sintiese tan preso como los reos. He extrañado mucho sus relatos, pero sigo sin tiempo de venir por aquí...ni siquiera por el cabaretito tan a menudo como quisiera. Muchos besos.
que trabajo más duro, todó el día pendiente de cadaveres que se resisten a morir...
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