30 octubre, 2006

... y los pájaros que anidan en sus manos

Algunos hombres se amparan en un recurso fácil: "No actúa bien... a vos te gusta porque es lindo".

Voy a hacerla corta:

1) Sí, es lindo.
2) Muy lindo.
3) Sí, es sexy.
4) Muy sexy.
5) Sí, su imagen vende.
6) Sí, a los productores les conviene tenerlo en sus películas.
7) Sí, nos encanta por todo esto.

Ya aclarados estos puntos de rutina, les voy a armar una brevísima selección de películas:

Blow
Piratas del Caribe
Don Juan de Marco
Érase una vez en México
Benny & Joon
Ed Wood

Ya enlistadas las películas, les hago un encargo: mírenlas. Luego, mírense a los ojos y díganse "yo tengo razón, no tiene talento"...

No digo que vengan a decírmelo a mí porque de todos modos no les voy a creer. Cuando encuentro un actorazo en ese cambalache hollywoodense, nada puede detenerme en mi afán de posar en su obra mis ojos admirantes.

Nada, ni siquiera la belleza.

28 octubre, 2006

¡Ah, pero nosotros fuimos a bailar al comedor!

El mito cuenta que como nuestros padres no nos dejaban ir de viaje de egresados de séptimo grado a Córdoba, una madre sugirió
- ¿Y si hacemos una fiesta con payasos?
como alternativa.
Por suerte, nadie estuvo de acuerdo.
Al final se decidieron por una quinta en el campo*, en Mercedes. Los encargados de cuidarnos eran Mariano y Laura, que eran pareja, y el hermano de Laura, de quien no recuerdo el nombre pero sí la cara y que tenía un perro negro llamado Ochi.
El viaje de séptimo consistió en cuatro días fabulosos, nosotros treinta jugando a ser independientes y grandes, y Mariano, Laura, el hermano y Ochi jugando a ser maestros-buena-onda-pero-responsables, tipo Luis Sandrini en las películas de Luis Sandrini pero sin esa cosa deprimente de las películas de Luis Sandrini.

Hay dos o tres anécdotas que vale la pena resaltar del resto:

Como estábamos en el medio del campo, no había pubs ni boliches para ir y jugar a ser independientes y grandes. Entonces corrimos las mesas del comedor inmenso e improvisamos una pista de baile; yo tuve la suerte de nunca padecer de esnobismo, ni siquiera durante la época terrible de los doce años, pero hubo compañeros que se quejaban: "Es un papelón, todos cuando van a Córdoba van a bailar a un montón de boliches, ¿qué vamos a decir nosotros? ¿que fuimos a bailar al comedor?".
Sí. Y ahora, once años después, que tuvimos tiempo de hartarnos de las luces de neón... ¿no es genial el recuerdo del comedor?

Una tarde llovió, y no pudimos usar la pileta. El cuarteto que nos cuidaba organizó un juego: tenían fotos de cincuenta famosos. Nos separaron en grupos, y cada grupo tenía que anotar en un papel el nombre de cada famoso. Ganaba el grupo que reconocía más fotos. Algunos eran difíciles para un chico de doce años.
Mi grupo fue el único que sacó cincuenta de cincuenta. No olvido la cara estupefacta de Laura cuando miró a mi grupo y preguntó
- ¿Quién reconoció a Adolfo Bioy Casares?
Yo, muerta de vergüenza, levanté la mano.

Queríamos comprar chucherías de Mercedes para llevarles a nuestros padres. Recuerden que jugábamos a ser independientes y grandes. Mariano nos dijo
- Mañana vamos a ir al almacén de ramos generales, ahí hay de todo.
Nosotros nos imaginamos de todo.
Caminamos lo que ahora me parecen varios kilómetros por calles de tierra. A nuestro costado, vacas pastando. A nuestro otro costado, más vacas pastando. Luego de lo que ahora me parecen varias horas, llegamos al almacén. Por fuera se nos asemejó a un comercio del Lejano Oeste. Si aparecían dos cowboys y se retaban a duelo, no nos hubiéramos sorprendido demasiado.
Por dentro era peor. Cuando Mariano dijo "ahí hay de todo" quiso decir "desde yerba hasta tornillos, pasando por un tipo en la barra tomando cerveza que los va a mirar como diciendo qué hacen todos estos pendejos acá". Nosotros pretendíamos mates imponentes con la leyenda Recuerdo de Mercedes, alfajores regionales o mermeladas caseras. Ya nos veíamos volviendo con las manos vacías... cuando las descubrimos. De una góndola, en paquetitos individuales, colgaban muchas bombillas. Bombillas de mate. No decían Mercedes, ni Recuerdo de mi viaje a Mercedes, ni nada. Simplemente bombillas. Luego de mirarlas bien, no me parecieron tan extraordinarias. Pero, en fin.
Supongo que hasta el día de hoy, la almacenera contará a sus amistades la anécdota de los treinta niños que, un día y sin explicación, agotaron su stock de bombillas para mate.


*Cada vez que escribo, leo, escucho o pronuncio la palabra campo, me acuerdo de Horacio y me rio a carcajadas.
Horacio vive en Capital y yo en provincia, en Lanús. Por ese motivo, él me dice, cada vez que tiene la oportunidad y haciéndose el superado, que yo vivo en el campo, que soy campesina. Pero lo que me hace reir tanto no es lo que me dice sino cómo lo dice.
Un día, por ejemplo, en medio de una conversación que no tenía nada que ver, me preguntó
- ¿Este colectivo te deja en esa zona árida adonde todavía no llegó la escritura?
Yo no se si cada frase la piensa dos horas o si, mejor aún, la improvisa según el momento.
La mejor fue el día que él actuaba (Horacio es murguero) en Padua. Yo le dije que ni loca iba a verlo, que Padua quedaba lejísimos. Él me contestó:
- Bueno, "lejísimos" es una palabra que puede utilizar una persona que vive en la civilización. Vos deberías decir que de tu comarca queda a más de un día a caballo
.

25 octubre, 2006

No puede concretar esa farsa

Le comenté a J. lo mucho que me extrañaba verlo en su casa. Me contestó que se tomó unos días de vacaciones que le quedaban; aparte, tenía que hacer un trámite en el cementerio de la Chacarita. Trasladar unos huesos a otro nicho o algo así. Me contó que nunca había ido al cementerio, que le sorprendió ver lo grande que es. "Empieza en Chacarita y termina en la Paternal... es tan grande que hay una combi que te lleva por las calles del cementerio, entre las tumbas". Me imaginé la combi por el cementerio y me imaginé a Almodóvar, atrás, gritando: "... y corten!!".

J. siguió con su relato: "... son los huesos de mi abuela, que tuvimos que cambiarlos de nicho. Vas, pagás, te sacan los huesos de la tumba, los limpian y los trasladan a otro nicho... cuando vivía, mi abuela misma era la que limpiaba los huesos de sus familiares... yo la quise mucho, pero ni en pedo...". Por supuesto, lo primero que pensé fue "yo tampoco, por favor!!". Después me quedé dándole vueltas...

Así como Cristo no es la estampita (para poner un ejemplo), las personas que amamos no metamorfosean, al morir, en ese saco de huesos que cada tanto es cambiado de nicho. La abuela de J. debía saberlo; debía saber que esos huesos que limpiaba con amor no era Ese ser querido sino, tan sólo, un ícono del mismo, un algo con forma que le permitía ir a depositar su duelo sobre el objeto que hace material al recuerdo.

Lo que quiero decir es eso que una vez escribió Hamlet Lima Quintana con palabras más certeras, eso que hizo poema y que tituló Transferencia:

Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se puediera cortar la primavera.
Porque al final de cuentas,
la muerte sólo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír,
de comer una manzana,
de decir algún discurso,
de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día.
De dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza.
Sólo nos cambia los espacios.
Los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna o cruzar a nado un río.
Habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas la ventanas.
Eso puede hacer la muerte.
¿Pero robar la vida?... Robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa... porque la vida...
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta
irremediablemente las tinieblas.

23 octubre, 2006

¡Chofer, chofer, no mire para atrás, que viene su señora con un palo de amasar!

A ver, juguemos a algo:
Vos sos maestra de tercer grado de primaria, es Noviembre y tenés que llevar de excursión a una jauría de treinta niños de ocho años. ¿A dónde los llevás?:

a) A un parque tipo Jardín Japonés, para que las criaturas disfruten del sol y de la naturaleza.
b) A un teatro de títeres al aire libre, para que las criaturas disfruten del sol y de la naturaleza.
c) A una curtiembre.

Bueno, mi maestra de tercer grado nos llevó a una curtiembre. ¡Cómo! ¿Nunca fuiste a una curtiembre? Yo te la describo, según el recuerdo de aquélla excursión:
Una curtiembre es una fábrica oscura, siniestra, con ruido de máquinas inmensas y monstruosas; los operarios te dicen que ese cuero con el que trabajan y que a vos te da arcadas (el olor de una curtiembre es indescriptible) es la materia prima de los chicles que vos, niño de ocho años, mascás. Luego se rien al ver tu cara. Vos no comprendés que se rien de su propio chiste (repito: tenés ocho años) sino que pensás que se rien como se debe reir Satán luego de confesar sus maldades.
¡Cómo! ¿Nunca fuiste a una curtiembre en Noviembre y con el guardapolvo tableadito abrochado hasta las amígdalas? Te cuento: es así como te lo acabo de describir, pero con un calor de pesadilla de desierto.

La próxima vez que pienses que estoy loca porque me jacto de hablar duendingoza a la perfección, se benevolente y recordá que cuando iba a tercer grado, me llevaron a pasear a una curtiembre.
Y era Noviembre.

20 octubre, 2006

Aquí donde no puedas verme

Miren qué intenso: se llama La última tristeza del poeta y es de Dionny Cardoso Carmona.


La despedida tan fría, tanto corazón latiendo y tanto odio que no es odio, y tantas lagrimas ahogadas,
Un mar de sal, espuma y este no se que siento, pero no es bueno.
Hoy fui para el teatro, para olvidarte un poco, para olvidarte entera.
Al volver ellas cocinan, ellos juegan un juego de machos y toman.
Ya me integro, ya grito cuatro vulgaridades y comparto fichas.
No puedo, mejor te escribo para llorar un poco, aquí donde no puedas verme.
Tómame muerto antes que débil.
No correré nuevamente, no tocaré tu puerta ni te haré el amor de pie en la cocina.
Es que no tuviste el valor de mirarme el alma
me temiste antes de arriesgarte
y me alejaste.
Hoy no dije palabra alguna
recogí el bolso que no tiene nada, todo lo he dejado.
ya no puedo maltratarme tanto simulando risas.
Déjenme llorarlo entero
Déjenme flagelar esta seguridad y confianza que me atribuyen
No soy tanto.
Y el grito de miedo rasga garganta.

18 octubre, 2006

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar

La primera vez que me crucé con Borges fue por obligación, a los catorce años.

La profesora de lengua de segundo año del secundario fue clara: leíamos y entendíamos El Aleph o no aprobábamos la materia. Algunos compañeros que nunca en su vida habían agarrado un libro, leyeron El Aleph y odiaron la literatura (si la función de los profesores de lengua es hacer que sus alumnos adolescentes deseen leer, algunos encaran la tarea por un lado incorrectísimo).
Yo, que un tiempo antes había empezado a leer libros "adultos" por propia voluntad, entendí que la Literatura podía ser algo más cercano y placentero que ese jeroglífico endiablado, y eso me permitió ser más justa: sólo odié a Borges.

Hace un año me anoté en un curso de Narrativa que dictaba un profesor llamado Daniel Molina en el Centro Cultural Rojas. Molina fue tan claro como aquélla que fue mi profesora ocho años atrás: "... durante este curso vamos a leer mucho a Borges...".
Sin embargo, algunos detalles habían cambiado: el curso de Narrativa podía abandonarlo cuando yo lo deseara, nadie me calificaría por entender o no un cuento y, lo más importante: en esos ocho años yo leí mucho; este segundo enfrentamiento entre Borges y yo me encontraba mejor parada y amparada por todos mis escritores.
Con ánimo marcial abrí mi libro borgiano... lo leí... y cómo habré cambiado en esos ocho años, que no sólo lo entendí sino que empecé a amarlo con la naturalidad de las cosas pendientes que por fin son realizadas. Y recordé algo que una vez le oí a Federico Andahazi:

- Cuando leí a Cortázar sentí que quería ser escritor. Cuando leí a Borges sentí que ser escritor es imposible.

Yo también sentí eso. Pero (deduzco que a Andahazi le habrá pasado lo mismo) la certeza de esa imposibilidad, lejos de desanimarme, me enorgulleció. Sentí que yo, al intentar escribir, estoy intentando un imposible que, sin embargo, alguien alguna vez logró.

Lo que viene a continuación se llama El amenazado. De Borges, claro:


Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

17 octubre, 2006

¡Ah, pero yo le salvé la vida a un tipo!

Enero, dos de la tarde, calor inverosímil. La única persona que anda callejeando soy yo, vaya uno a saber qué motivo tengo para no estar en mi casa, al resguardo de algún ventilador que convide aire caliente.
Por fin llego a mi casa; meto la llave en la cerradura y escucho, como lejano:

- ¡Chts! ¡Señorita!

Miro a mi alrededor, a un alrededor amplio, y no veo nada. Es uno de esos días en que la gente cobra vida cuando el sol muere. Habrá sido un espejismo auditivo, pienso.

- ¡Chts, señorita!! ¡Acá adentro!

Vuelvo a mirar el barrio. ¿Adentro de dónde?, pienso.

(Yo vivo en una esquina. Algunos vecinos decidieron contratar a un tipo que haga las veces de guardaespaldas barrial. La garita de seguridad fue instalada, como no podía ser de otra manera, en mi esquina; es decir, a dos metros de mi puerta).

Veo la garita de chapa y veo la puerta cerrada y veo la llave puesta del lado de afuera.
No, esto no puede ser, pienso. Me acerco, hago girar la llave, la puerta de la garita se abre y de ella sale, rojo, sudoroso, al borde del infarto, el tipo de seguridad.

- Señorita, me salvó la vida, hace cuarenta minutos que estoy ahí adentro, se me cerró la puerta, con este calor... y con mi sobrepeso apenas puedo entrar parado, y no venía nadie, si usted no venía yo me moría ahí adentro...

La garita fue retirada de mi esquina tiempo después. El hombre se sometió a una dieta rigurosa, se ve que se asustó.
Cada vez que me ve por la calle, me grita

- ¿Se acuerda del día que me salvó la vida?

Por favor, no me recuerden que ese hombre estaba ahí para cuidarnos porque me deprimo.

13 octubre, 2006

Era una película sobre el surf, o algo así

Vieron cómo está el clima estos días... un día llueve, al día siguiente no, luego llueve pero sólo hasta el mediodía... una cadorcha. ¿Y qué hace uno cuando llueve? Se queda mirando películas. Y yo, que soy re buena, les voy a contar una que me contó mi hermana que le contó un compañero de trabajo que fue al cine. Imaginenselá, que es casi casi como mirarla:

Resulta que tenían que llevar en un avión a un testigo de un crimen o algo así. El testigo tenía que llegar seguro a un lugar para declarar, parece. Pero había alguien muuuy interesado en que el tipo no declarase, y ese alguien se dispuso a sabotear el viaje. ¿Y qué hace una persona cuando quiere impedir que un avión no llegue a destino?... Obvio... ¡Suelta serpientes adentro de la nave, para que piquen a todos los pasajeros... entre los que se cuenta el testigo engorroso!
Lo que no me contó mi hermana es si el nudo de la película es ese o si suceden otras cosas interesantes, porque por muy adrenalínica que sea una escena de una serpiente deslizándose, que una película de más o menos dos horas se trate de serpientes deslizándose me suena a que me voy a aburrir un poco.
Termina que el protagonista surfea con su abogado.


Afortunadamente, mañana a las dos de la tarde, en Canal 7, dan una con Hugo del Carril.

11 octubre, 2006

Como esa cala que igual nace

Esto se llama Pensando en poesía, es de Gustavo Nápoli y lo pueden encontrar en el libro Estaciones de tinta negra:


Estar pensando en poesía, eso puede ser fatal;
sin garantías de volver irás directo a la locura,
un enorme espasmo te succiona la mirada,
estás viendo el alba, y es el anochecer,
es un gallo que ha cantado en el tumulto de tus ideas.
Pensar en poesía es un pedazo de tu torta,
un arco iris saliendo por la boca,
es saber del amor de siempre para siempre,
es como esa cala que igual nace
en las aguas de un rio hediondo.
Pensar en poesía es quedarse quieto
aunque sigas andando,
es apoyar la cabeza en la almohada del espanto,
el delirio y el encanto.
Es el vuelo de la palabra en la tumba de los libros,
es la lengua del que no se sabe,
que te ha hablado sin motivo.



Relaciono -> Si anoche no vieron el programa de Badía y por lo tanto se perdieron la versión de Balada del diablo y la muerte que hicieron Lito Vitale y Andrés Giménez*... no se preocupen!! Parece que Vitale armó un disco homenaje al rock nacional y esa canción está incluída.

Otra cosa: también estuvieron muy buenos Los Carabajal haciendo El antigal. Se veía difícil, pero el cantante puso el pecho a lo torero y la voz a lo jilguero y quedó lindo lindo.

*Para los que no lo conocen, Andrés Giménez es ese muchachote de labios gruesos y brazos tatuados, ex cantante de A.N.I.M.A.L., que cuando mi tío Mauro (el que se parece a Russel Crowe) me decía "escuchá las letras" y yo le contestaba "no puedo... el cantante grita mucho", nada me hacía sospechar que atrás de esos gritos se escondía ESA voz.

10 octubre, 2006

Composición. Tema: Florida y otras yerbas.

Le hice caso a Ricardo, el caribe, y me compré un Pérez Reverte. El Club Dumas no lo consigo por ningún lado, pero el primer tomo de Las aventuras del Capitán Alatriste me conformó. Me conformó antes de empezarlo; ahora que lo estoy acabando, me apuré a adquirir el segundo. Sumado a La sombra del viento, de Ruiz Zafón, Pérez Reverte me demuestra que nadie como Ricardo para recomendar libros.
Encontré una plaza altiva al final de Florida, para leer y "pastorear el tiempo" (García Márquez, txt) antes de pasar por Claudia y asentarnos en Aroma. Una rusa o polaca o alemana se sentó en el mismo banco y al minuto me preguntó si no sabía dónde quedaba la calle Santa Fe. Yo, que no me doy cuenta en qué calle estoy parada en castellano, imagínenme indicando en ruso o polaco o alemán dónde queda una calle que no se. Tuve que revelarle mi ignorancia, y la chica se fue ofendida, y yo pensé "lo lamento... pero cocinate en tu vino!!!". Lo que no entendí es para qué cadorcha se sentó en el banco durante un minuto antes de preguntarme...

Luego me sucedió algo incómodo y divertido: al pasar por una perfumería, la promotora me dio uno de esos cartoncitos con perfume que sirven de propaganda. Lo olí y un viejo que venía caminando al lado mío me dijo
- Qué linda fragancia!! - mientras me miraba el pecho. Yo me empecé a reir con esa risa que tengo que empiezo y no puedo parar, porque el viejo me hizo acordar a una conversación que había tenido días atrás con Semilla Resonante Amarilla acerca de los piropos callejeros, una conversación que ahora y acá no importa... la cuestión es que el viejo debió creer que me reía porque su comentario me había agradado o algo así, porque me guiñó un ojo, lo que aumentó mi risa... y así habría seguido, pero en ese momento Claudia me envió una lechuza avisándome que ya estaba disponible, y pude cortar.
Pero cómo transpiré, será de Dios!!!

Ah, Clau!! El cosito ese de frambuesa... estaba relleno de frambuesa!!!
Increíble, no?

08 octubre, 2006

Febril como la carta de amor de un preso, canta Sabina

Hubo una época en que me escribían los presos.
Yo había mandado una carta a la revista Selecciones, a la sección Correspondencia, para cartearme con adolescentes de otros países. Se ve que algún familiar de algún preso le llevó al reo un ejemplar de esa revista para que no se aburra en sus encierros, porque aparte de recibir cartas de jóvenes colombianos, uruguayos, mexicanos y españoles (todos ellos libres) me llegaron cartas de tres o cuatro presos argentinos.
Las cartas eran más o menos iguales:

"... y por problemas de la vida me encuentro privado de mi libertad, pero por buena conducta pronto la recuperaré...".

Lo mejor fue cuando mi tío Sergio (el que cuando era más joven se parecía a Silvestre; no el gato sino el ¿actor?) me llamó para avisarme que "te mandaron una carta, pero el remitente dice Pabellón 4...".

No contesté ninguna, claro.

06 octubre, 2006

Luna congelada

Hoy es un día para un poemita de Benedetti. Me vino éste:

Con esta soledad
alevosa
tranquila
con esta soledad
de sagradas goteras
de lejanos aullidos
de monstruos de silencio
de recuerdos al firme
de luna congelada
de noche para otros
de ojos bien abiertos

con esta soledad
inservible
vacía

se puede algunas veces
entender
el amor.

05 octubre, 2006

El sablero de Rodríguez Peña

Es japonés, creo. Siempre tiene puesto un pantalón de frisa azul eléctrico y una campera marrón ("siempre" significa siempre). Es el Maestro, evidentemente, de algo que mis compañeras de facultad y yo nunca pudimos deducir qué es. La cuestión es que el Maestro se reúne con un grupo de mujeres en la plaza de Rodríguez Peña y Marcelo T. de Alvear y hacen unas cosas con unos sables. No, no lo soñé. Los ejercicios que realizan son una mezcla de yoga y las artes marciales de la película Kung Fu.

Una vez estaban tomando un café en el Mc Donalds de Córdoba y Callao, en la mesa pegada a la nuestra, y hacían demostraciones de eso que hacen. Es decir: mis compañeras de la facultad y yo estábamos desayunando en Mc Donalds y en la mesa de al lado estaba el japonés con sus más o menos veinte ¿alumnas? que se paraban de a una y hacía cosas con sus sables, como demostrando cómo habían practicado en sus casas.

Esto, en una novela de García Márquez, sería catalogado de "literatura fantástica".

02 octubre, 2006

"¿Por qué hay una licuadora en el suelo?"

El otro día me crucé con Aníbal; no Aníbal el que hace castillos inflables en la Unidad Básica Peronista sino Aníbal, mi compañero de la primaria.

Nada, lo saludé y seguí, pero recordé a la fuerza...

Yo era muy amiga de Valeria. Ambas leíamos la revista Querida, que salía una vez por mes y estaba buenísima para nuestros doce años. Una vez publicaron una nota en la que daban ideas para armar fiestas "Estilo años 80", "Estilo Disco"... y "Fiesta Loca". No se alarmen, era una revista inocente para pre adolescentes... La cuestión es que en la parte de "Fiesta Loca", las ideas eran:

Distribuí licuadoras por toda la casa, colgá telas del techo, llená la pecera con peces de plástico... se van a re divertir!!

Y nosotras fuimos y organizamos la Fiesta Loca en la terraza de Valeria.
Claro, Valeria no tenía licuadoras, así, en plural. Tenía una licuadora y punto... Ubicamos la única licuadora en un rincón de la terraza, en el suelo.
Fuimos a la pieza de Bety, la madre, sacamos la sábana ajustable (color verde agua) y la enroscamos en un caño que salía del techo.
En un cotillón compramos peces de plástico (horribles)... y Valeria no tenía pecera. No importó: los pusimos adentro de la pileta del lavadero, esa clásica pileta de piedra. Los peces no se veían a menos que te acercaras a la pileta del lavadero con la intención de ver qué había adentro...
Ah!! Y grabamos videos musicales para pasar en la fiesta; pero nos acordamos tarde, y sólo llegamos a grabar Abarajame la bañera (de Illia Kuryaki) y Always (de Bon Jovi). La arreglamos escuchando a Cae toda la noche. (Cae era ese que cantaba "despacio y en silencio/el reloj castiga el tiempo/siento el frío de tus labios/al mentir diciendo adiós/tu nombre lo trajo el viento/salvaje amor placer intenso/etc").

Le voy a vender la idea a Wanraich para que la utilice en Kitsch.

01 octubre, 2006

Entrevista a mi abuela Amalia

En realidad, ella empieza a preguntarme a mí y yo luego lo doy vuelta. Que si no tengo novio, que por qué no, que los chicos de ahora... para desviar el callejón repetitivo y sin salida, me intereso:

- ¿Cómo era en tu época?
- Y... era distinto. Más serio. Para poder salir a pasear con el abuelo Firpo yo tenía que ir con mi hermana y otras chicas...
- ¡Qué espanto! ¿Ibas con chaperona?
- ¡Claro! Para mi papá, íbamos a hacer un mandado... igual, volvíamos temprano... a las seis, siete...
- ¿De la mañana? - pregunto, sabiendo de antemano la respuesta.
- Nooo.. de la tarde...
- ¿Y a dónde iban?
- A caminar... cuando ya estábamos noviando a veces ibamos al baile. Una vez, el abuelo me dejó parada y se puso a bailar con una que bailaba con él cuando yo no iba... no sabés la que se armó... al primero que me cabeceó le dije que sí con la cabeza y me fui a bailar con él... no sabés tu abuelo! Dejó a la otra chica y se paró al lado mío. No, en mi época era mejor.
- ¿Te parece?
- Sí. Las novias éramos las novias y las otras eran las otras. No se mezclaban las cosas. Ahora los chicos no se casan, andan con una, andan con otra... ¡qué se yo!... En mi época era mejor.

El arcángel mirón

Allá por mi segundo año de Periodismo, el profesor de Redacción, Eduardo Castiglione, nos mandó un trabajo práctico: teníamos que formar grupos de cinco o seis personas y crear una revista.

Romina Frisi, Natalia Sajkiewicz, Verónica Solimena, Ileana Canale y yo ideamos El arcángel mirón. El por qué del nombre prefiero dejarlo en secreto, no por fidelidad a algo sino porque el misterio, en este caso, es mejor y más apasionante que el motivo real.

Hoy, 1 de Octubre de 2006, armo este espacio que no se muy bien en qué terminará. Simplemente lo dejo nacer.
Y lo bautizo como anteriormente bautizamos a esa revista de un sólo número para recordar la pasión, la responsabilidad y las carcajadas que invertimos en ella.

A tu salud.